Las manos pueden mostrar fácilmente el oficio que realiza una persona; un obrero las tiene duras y secas, un mecánico negras y pegachentas. En este fotorreportaje, Maria Jose Hoyos retrata las particularidades de las manos de siete mujeres que hacen un trabajo doméstico.
FOTO: Tomadas por María José Hoyos
Las manos cuentan historias, narran vivencias, experiencias y dolores. La edad se revela en ellas. Algunas se arrugan más rápido, otras se llenan de pecas y otras se secan como uvas pasas.
Lo que tienen en común las manos de estas siete mujeres, es que todas tienen más de 40 años y han lavado loza, han cocinado para extraños, han cambiado pañales de hijos que no son suyos, han dado la vida por otra familia que no es la de ellas y aún así se levantan diariamente con una sonrisa dispuestas a ayudar. Algunos olvidan que las personas del servicio doméstico son efectivamente seres humanos. Mujeres con problemas, dolores y lamentos, que a pesar de que deben cruzar la ciudad para servirle el desayuno fresco a alguien más, finalmente es una laboral y como tal no debe ser desvalorizada. Olga, Olguita, Yohanna, María, Mariela, Yaneth y Myriam son mujeres que no se quedaron llorando ni lamentando sus penas; le pusieron el alma y han trabajado arduamente.
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Tener la oportunidad de conocerlas y hablar con ellas me hizo entender el amor de una madre, de una tía y de una abuela. Sin importar lo cansadas que estén y quieran dejar de trabajar, lo han sacrificado todo por sus familias. No son las más viejas, pero tampoco las más jóvenes. Bailan con el trapo, brillan con la sonrisa, enjuagan amor y cocinan dedicación. Al igual que Fonseca y Río Roma, considero que “Cuando alguien te guste fíjate en sus manos, pues con el paso del tiempo, menos van a besarse y más van a tomarse de las manos”. Las manos de ellas valen oro, no por el trabajo que han labrado, sino por el fervor con que lo han hecho.
Olga tiene una hija y un nieto a los que les da la vida diariamente; Olguita tiene dos hijos, uno epiléptico que lleva luchando contra sí mismo 29 años de vida; Mariela tiene una hija viuda a la que todos los días ayuda a salir adelante; María tiene una hija y cuatro nietos que ha criado como si fueran sus hijos; Yaneth tiene tres hijos a los que les dio oportunidades de educación; Myriam trabaja por sus sobrinos e hija; Yohanna le da amor a los niños que cuida con la misma pasión que a su hijo. Heroínas de miradas profundas y manos laboriosas.
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