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  • Nicolás Marín

¿Hasta dónde hay que llevar la contraria?


Durante esta semana, Directo Bogotá abre un espacio llamado #DirectoALaCrítica en el que los estudiantes del curso de Opinión del énfasis de periodismo dan su punto de vista sobre algún libro, película u obra de arte. ¡Bienvenidos!

No conocía a Alejandro Gaviria, ni tampoco había escuchado de su más reciente libro “Alguien tiene que llevar la contraria”. No sabía a qué me iba a enfrentar, simplemente llegué a él por un reportaje que estoy desarrollando sobre el caso de Cafesalud en Colombia, y como él es Ministro de Salud desde el 2012, posiblemente me daría material para nutrir el reportaje.

El libro, sin embargo, es un conglomerado de artículos y ensayos muy personales que Gaviria escribió sobre diversos temas de interés nacional. Esto genera una discontinuidad en la narración donde el lector podrá escoger si leer todo en orden o si leerlo “caprichosamente”, como dice el ministro en la sinopsis. Lo cierto es que es un libro lleno de respuestas sobre temas de todo tipo o al menos lleno de intención por dar explicaciones a partir de no solo ideas propias, sino de las de muchos otros académicos, como se espera del ensayo.

El inicio fue emocionante, una serie de artículos en donde habla del Estado y de algunas teorías sobre este, citando autores reconocidos en el campo como Estanislao Zuleta o Hirschman. A pesar de ser ideas muy ligadas al campo de la sociología, Gaviria pone todo de manera muy concreta y sencilla, para que cualquiera pueda entender lo que dice. Además, habla de su relación con Dios y de las teorías marxistas.

Uno de los temas que más me atrapó fue cuando habló del concepto de conflicto, todavía en la primera parte, relacionado directamente con la paz. No sé si es intencional, pero todo lo que dice y todo lo que cita de los textos de Zuleta (escritos el siglo pasado) parece una radiografía del debate que vivimos hoy en Colombia en relación con la paz.

“La sociedad colombiana no está polarizada –escribió Zuleta- hay organizaciones y grupos políticos que tratan de polarizar y llevar los conflictos a posiciones extremas. Pero la población quiere la paz y la democracia y no la victoria de uno de los bandos. Cuando la población misma (y no sus autoproclamados voceros) está dividida en dos tendencias irreconciliables, ya no quiere la paz sino la victoria de su campo. Pero cuando la inmensa mayoría reclama paz y democracia, como ocurre entre nosotros, el camino para lograrlas sigue siempre abierto”

Veinte años después el discurso sigue siendo el mismo de hoy. El caso de Zuleta no es el único… Al leer estos fragmentos me siento escuchando a Garzón en su última entrevista diciendo: “Nos tenemos que dar la pela por la paz”. Si pusiéramos a ambos personajes con sus respectivos discursos, encajarían perfectamente en el debate, en el proceso de paz que estamos viviendo desde hace algunos años. Es por eso que la primera parte me cautivó y emocionó, creo que son testimonios importantes que nos permiten ver la repetición de nuestra historia, la estaticidad moral en la que hemos estado sin la capacidad de perdonar.

La segunda parte es totalmente diferente a la primera. Los temas se vuelven mucho más demográficos, científicos y sociológicos. Gaviria habla de Marxismo y Darwinismo, dando ejemplos actuales y algunos relacionándolos con Colombia. La trascendencia de los temas, sin embargo, no fue especial para mí y por más de que la información sea precisa y bien tratada no logró capturarme.

En la última habla de la salud y del sistema público. El enfoque, sin embargo me dejó decepcionado. Gaviria lanza cifras de que en la actualidad el 98% de los ciudadanos están cubiertos por la salud. Lo que no entiendo es si dentro de ese número también incluye a los 5 millones de personas que se trasladaron de Saludcoop a Cafesalud después de su intervención. Porque si es así, no entiendo cómo afirma que en la actualidad no hay una crisis de salud pública. Me parece que sí, Colombia ha tenido muchos avances en lo que se refiere a la medicina y esto es importante para la calidad de vida de las personas, pero ¿Cómo va a mencionar todos esos datos y no va a tratar el tema de Cafesalud?

Es una decisión muy poco objetiva por parte de él, y por lo tanto no estuve nada de acuerdo con ese último artículo del libro. Pienso que se evaden responsabilidades de contar un drama que se está viviendo en el país a través de datos que dentro de la línea argumental no cuadran del todo.

El libro me deja un sinsabor bastante peculiar, pues sufrí una línea descendente en lo que se refiere a mi interés. El lenguaje es claro, los argumentos de la mayoría de artículos a mi parecer están bien sustentados periodísticamente (a excepción del último), pero no termina de convencer. Hay muchas formas de llevar la contraria y Gaviria por momentos lo hace bien, por otros no tanto.

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