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Ana Carolina Bueno Villegas

Recordar es morir y leer es reconstruir


Recordar es morir, libro de Daniel Coronell

Recordar es morir Daniel Coronell Aguilar 2016

Muchas veces se ha escuchado que leer a Caballero y a Coronell es reconstruir la historia de este país. No solo se logra ver en ellos la historia no institucional, la no oficial, sino que por medio del tono irónico y lo incisivo de los argumentos, logran destapar pequeños detalles que cambian la perspectiva de lo contado y generan preguntas importantes sobre quiénes están liderando este país y el porqué de tanta corrupción.

Recordar es morir de Daniel Coronell es una recopilación de algunas de las columnas del autor, organizadas por bloques temáticos, que hilan de a pocos la historia y que muchas veces concluyen haciendo las mismas preguntas sobre los autores del acto corrupto y las victimas que este generó, dejando al final un abrebocas de lo que en esa tribuna de opinión queda impreso como una investigación siempre al día y siempre pertinente.

Se puede ver con claridad la capacidad investigativa que tiene el periodista, que por medio de terceros logra estar siempre enterado, de manera profunda, de las historias y escándalos del país y de su ciudad capital.

Innovador, podría ser la palabra que describa a este libro. Innovador porque en cada bloque de trabajos se encuentran con casos como la toma del Palacio de Justicia, la Yidispolítica, las chuzadas del Das, Alirio Villamizar con Agro Ingreso Seguro, Saludcoop y la crisis de salud, para terminar con el procurador Ordóñez, se encuentran siempre lazos con el senador Uribe.

Innovador porque el orden de las columnas habla de una cronología no implícita de las temáticas. Es como leer un pequeño resumen de lo que ha sido Colombia en las últimas décadas, pero desde una perspectiva crítica, que no suele gustarle a los poderosos, pero sí agradece el lector común.

Un ejemplo de ello es la sección de la yidispolítica porque durante varios años y de manera repetitiva, Coronell habló sobre cómo fue el proceso de reelección del entonces presidente Uribe. Esta sección está llena de personajes en los que muy pocos se fijaron, como lo es el Juez que condenó a Yidis Medina, con una sentencia llena de errores de ortografía, llamado Jairo Enrique Serrano Acevedo. O el fotógrafo vestido de amarillo pollito que tenía vínculos con el DAS. Por medio de estos personajes y de la reconstrucción de las historias abordadas , algunas veces de forma jocosa, el columnista ve un poco más allá de lo que el resto de medios de comunicación están hablando porque no que se queda en los detalles que todos notaron: condenaron a éste o a éste no se le hizo proceso. No, el siempre busca, de manera alternativa y fresca, contar el trasfondo de muchas de las situaciones Ignoradas por la mayoría.

Otro ejemplo de la innovación de este libro es el bloque que habla de las ‘chuzadas’ en donde se evidencia una amplia investigación sobre los procesos de las intervenciones y cómo el entonces Presidente se lavaba siempre las manos. Usa como pruebas los discursos en la Casa de Nariño, las investigaciones que se abrieron con la lista de quienes tenían sus aparatos para comunicarse interceptados por el DAS, etc. Así, Coronell siempre termina hablando de forma clara y fuerte sobre la culpabilidad del expresidente Uribe, lo enredado que se sentía con cada proceso que abrían y la capacidad de ese sujeto de manejar el discurso contra la justicia, pero también para desviar los temas y el foco de atención sobre su persona.

Así sucede con cada uno de los apartados del libro. El último da gusto de leer, claro, cuando no se comparten los ideales del exprocurador. Descubrir las estrategias, y procesos que se intentaron aplazar por medio de discursos sinsentido y el uso de la atención que las cámaras de los canales le dieron, es la cereza de este deleite de columnas sobre la historia corrupta del país.

Lo interesante de que las columnas estén organizadas por fechas —de la más antigua a la más actual—, hace que se vea la evolución de los hechos contados por Coronell. Como dice Daniel Samper Pizano en el prólogo del libro, esa organización de los productos periodísticos es un solo golpe duro y firme, que permite ver con claridad lo que Daniel durante años buscó evidenciar, que al verlas de forma separada se pierde la “muchosidad” del tema.

El impacto que le genera al lector encontrarse con una columna tras otra sobre el mismo tema, cada vez con un nuevo indicio, una nueva prueba, crea la sensación de estar leyendo una novela detectivesca seria y, como siempre en el periodismo y sobre todo en el de Coronell, basada en los hechos reales.

Claro está que esta misma organización, si bien permite ver con claridad las características de la escritura del periodista, puede aburrir al lector. Un ejemplo es lo repetitivo e insistente que puede llegar a ser Daniel Coronell con una temática en específico como la sospechosa muerte del magistrado Urán o la implícita pero siempre presente culpa del expresidente Uribe, puesto que si en la columna no sale su nombre seguido o antecedido por una acusación clara y argumentada, se menciona alguna persona relacionada con él.

Pero bueno, aquí lo importante es que al leer este libro el espectador se queda con ganas de más y con preguntas de cómo logra hacer una investigación desde el exilio de forma tan exhaustiva y con fuentes tan importantes o el por qué decide seguir trabajando con las temáticas del país estando fuera de él. Es un libro que permite comprender una de las causas más fuertes del por qué el país se encuentra en una situación política tan compleja, además de reafirmar la falta de escucha de la sociedad civil, que luego de tantos acontecimientos decide olvidar para creer en Uribe y su séquito.

Un libro que debería ser un requisito para quien quiere hacer parte de este oficio, para aprender la importancia de la investigación y saber que siempre se halla el modo de encontrar respuestas, y también para quienes viven en este país, porque para no repetir, se necesita no olvidar. Pero al recordar, como el titulo lo dice, se muere, no el individuo, sino la fe.

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