Jóvenes, víctimas y victimarios del conflicto armado colombiano, se reunieron en un campamento sin precedentes a discutir de reconciliación y posconflicto.
Todo cambio conlleva miedos, y el postconflicto no es la excepción. Tras 50 años de conflicto armado, los combatientes de las FARC han aceptado dejar las armas y reintegrarse a la sociedad. Aunque para muchos esto ha significado la esperanza de una Colombia en paz y la anhelada culminación de una exhaustiva era de violencia, otros han recibido la noticia con el desasosiego característico de la incertidumbre.
El pánico ha invadido a muchos que no conciben una cotidianidad compartida con quienes por décadas han sido considerados “criminales irremediables”. Sin embargo, un grupo de jóvenes colombianos, compuesto por desmovilizados y víctimas del conflicto armado, dejó las diferencias a un lado y se unió con el objetivo de organizar un campamento de verano inolvidable para un grupo de niños pertenecientes a una población vulnerable.
La atípica unión fue propiciada por Bakongo, un espacio de formación de líderes y crecimiento en valores, que une niños de poblaciones vulnerables con jóvenes voluntarios en una experiencia de campamento de verano.
Estos eventos se han dado desde hace 11 años en diversas locaciones y modalidades. Sin embargo, el último campamento, Bakongo Paz, ha sido “la experiencia más transformadora” de acuerdo con Daniel Buriticá, joven, ex alumno de la javeriana, fundador de Bakongo.
Durante este último campamento, a los niños y jóvenes voluntarios, afectados en diversos grados por el conflicto armado, se unieron unos invitados muy especiales: 10 desmovilizados de grupos al margen de la ley.
El encuentro fue en Tinjacá, Boyaca. Tuvo una duración total de nueve días y requirió que todos los participantes dejaran atrás el pasado para trabajar por el futuro de un país que ha sido testigo de suficiente polarización y violencia.
Los niños, los voluntarios y los desmovilizados lograron conectarse a través de sus miedos, pero también a través de sus sueños e ilusiones. Esto permitió generar un espacio de reconciliación: "fue quitarle la etiqueta a todos los que estaban ahí. Nosotros quitarles a ellos la etiqueta de guerrilleros o de paramilitares y ellos a nosotros la de gomelos”, narra Buriticá.
Puede ser difícil entender por qué víctimas y victimarios accederían a reunirse y convivir durante poco más de una semana, pero la reconciliación justificó con creces el encuentro y permitió que los futuros actores de paz se unieran por un propósito en común, la reconciliación.
Campamento Bakongo. Imagen cortesía de Daniel Buriticá.
Aunque, de acuerdo con Buritica, el perdón es algo personal, es vital alcanzar la reconciliación para acabar con el ciclo de odio que históricamente han heredado los colombianos: “en todo el mundo la gente tiene partidos políticos y equipos de fútbol. La diferencia es que acá nos matábamos por eso (…) todos los estudios muestran que para poder romper ese ciclo de odio se debe trabajar con las nuevas generaciones, que son los que pueden decidir empezar una nueva historia”, explica el joven bogotano.
Dicha reconciliación puede ser alcanzada a través de la convivencia y la inclusión. De acuerdo con Buriticá, “pensamos que en un futuro tendremos que convivir con desmovilizados y eso no es cierto, ya lo estamos haciendo. En Colombia se han desmovilizado 56 mil personas de grupos al margen de la ley y, actualmente, las FARC tienen como 10 mil combatientes. El gran reto que es como hacemos para incluir a estas personas, cómo darles oportunidades porque, al final, la gente que sale necesita oportunidades, si no pues no tienen con qué comer, con que pagar el mercado y el estudio de sus hijos".
Campamento Bakongo. Imagen cortesía de Daniel Buriticá.
Y aunque este tipo de iniciativas se lleven a cabo, no siempre cuentan con el apoyo del gobierno o de las empresas, que suelen tener sus propias fundaciones empresariales. Por ende, la labor de los voluntarios, que ha sido reconocida por diversos Organismos internacionales, es fundamental para continuar fortaleciendo la sociedad civil.
Fue su labor como voluntario la que le permitió, al creador de Bakongo, asistir en dos ocasiones al Foro Económico Mundial de Davos, una asamblea donde se reúnen intelectuales y líderes mundiales enfocados en diversas áreas para analizar los problemas que agobian al mundo. Esta experiencia, que resalta el alcance del voluntariado, lo motivó para regresar al país a continuar su labor social: “no fui a Davos por ser un empresario con mucho dinero, ni por ser el presidente de algún país, fui por ser un emprendedor social y por querer cambiar el mundo. Hay muchas formas de llegar a esos escenarios, querer cambiar el mundo es una de ellas”
Imagen editada y enviada por un
desmovilizado orgulloso de su progreso.