Justo en frente de la Javeriana están los puestos en donde estudiantes y profesores compran comida, cigarrillos, bufandas, entre otras cosas. Hemos visto como, en los últimos años, la policía ha movido a estos vendedores; incluso algunos han peleado para defenderlos. ¿Pero conocemos realmente quiénes son los personajes que se encuentran detrás de las 'chazas'? Directo Bogotá hizo un recorrido por estas calles y te cuenta sus historias.
Son las seis de la mañana en la Universidad Javeriana. Taxis y carros se parquean sobre la séptima con 41, justo arriba de la entrada del túnel, para dejar a estudiantes, profesores y pacientes del Hospital San Ignacio.
Guillermo se pone su chaleco reflectivo, mientras su esposa Gabriela se sienta con su ‘chaza’ (la caja de madera en la que carga su mercancía) a vender dulces y cigarrillos. Las puertas de los automóviles se abren y la sonrisa de Guillermo recibe a los pasajeros que, una que otra vez, le dan una moneda o billete por su amabilidad.
Más abajo, en la salida del túnel El Calidoso*, por toda la 41 hasta la 13, los vendedores que se han mantenido montan sus puestos de venta, con la esperanza de que los policías no los molesten más tarde.
Foto: Guillermo en una mañana de trabajo // Séptima con 42// Universidad Javeriana// Imagen tomada por
Andrea Gutiérrez
Guillermo Ramírez lleva 17 años ubicado sobre la séptima, arriba del túnel. Él era habitante de calle y amigo de los estudiantes y profesores de la Javeriana. Hace dos años se enfermó y su esposa Gabriela Salazar, para cuidar de él, comenzó a acompañarlo a su trabajo. Ahora ella tiene un puestico de dulces, para no aburrirse, mientras su esposo cumple con su oficio. “A quien llega acá yo le hago la cortesía, le abro la puerta, y me colaboran. A quien se va a ir, analizo que se va a ir, que va a tomar transporte y le consigo el transporte. A los despistados, que también analizo, les pregunto pa'’ donde van y les oriento”, explica Guillermo.
Guillermo y Gabriela hacen su mejor intento por cuidar a la gente que pasa por allí. La mujer cuenta de su esposo que “él tiene mucho la costumbre, por ejemplo, si usted lleva el bolso abierto o lleva el celular aquí en el bolsillo, él le dice, ‘mire, mire, guarde el celular o cierre el maleto’”.
Ramírez se levanta a las cuatro de la mañana para ir a trabajar. Los sábados no desayuna para no tener que despertar a Gabriela, pues ella sólo lo acompaña de lunes a viernes, que son los días en que puede vender. Desde que él vivía en las escaleras, al lado del túnel, se ha ganado el cariño de muchos javerianos “muchas niñas lo aprecian mucho a él y los niños, los niños, los muchachos y todo, entonces él me los ha presentado y también vienen y me saludan bien, me abrazan y me traen cosas, así que ropa que alguna cosa vienen y le traen a uno”, cuenta Gabriela, quien el 4 de agosto cumplió años y entre regalos recogió casi 75 mil pesos.
Guillermo y Gabriela // Séptima con 42 // Universidad Javeriana// Imagen tomada por Andrea Gutiérrez
Los estudiantes siempre tratan de protegerlos y entre vendedores también se cuidan. Cada vez que vienen los policías a quitarlos, se alertan entre quienes venden al frente de la Javeriana, y quienes tienen sus puestos abajo del túnel, del otro lado de la séptima. “A un señor vinieron y le quitaron la carreta, entonces hicimos una recolecta, los vendedores recogimos de a dos mil pesos para reunir los 40 para pedir la carreta”.
Y no sólo se cuidan entre ellos, los estudiantes han intervenido también cuando la policía ha querido quitarlos o decomisar sus mercancías. El pasado 5 de agosto, en el túnel, al lado de la fotocopiadora La Ventanita, en un operativo de la policía que pretendía llevarse a los vendedores y su mercancía , cuatro estudiantes intervinieron por ellos; los policías sin argumentos les quitaron sus cédulas, e incluso intentaron llevarse a uno de los estudiantes a la UPJ, junto con dos vendedores.“Es que los estudiantes sacan la cara por nosotros (...) en vez de irse se quedan ahí parados a ver que nos van a hacer”, cuenta Gabriela Salazar.
Esa es la forma en la que Guillermo y Gabriela se ganan la vida,“gracias a mi Dios nos levantamos lo del arriendo y lo de la comida”.
Sin embargo, estos vendedores tienen que enfrentarse a circunstancias complicadas de trabajo, pues cuando los policías quitan a los vendedores, no les dan alternativas de trabajo, nadie les ofrece opciones.
Foto: Fernando lleva casi 30 años ubicado a la salida del túnel // Afuera del Túnel de la Universidad Javeriana// imagen tomada por Andrea Gutiérrez
Fernando Rodríguez lleva 28 años vendiendo bufandas, guantes y adornos para las niñas a la salida del túnel y cuenta que los trabajos que les ofrecen para irse de las calles no son estables, “la verdad es que yo con un mínimo no me sostengo”.
Él se apoya en la sentencia C-211, la cual exige garantías para los vendedores ambulantes antes de que se despeje el espacio público. “A sumerced el IPES le ofrece un trabajo, nos ofrece un trabajo (...) es que ellos dicen ‘damos empleo’, pero no favorable, es un empleo de seis meses y no se gana ni el mínimo”, explica Fernando.
Fercho, como le dicen de cariño los estudiantes, se gana diario entre 20 y 25 mil pesos libres vendiendo sus balacas, aretes y otras cosas para las muchachas, “un día que es quincena sube un poquito más, por ahí 30, 35 (...) de ahí me toca sacar para cargar la tarjeta de transmilenio, ida y vuelta son 5 mil pesos (...) llevar lo del desayuno, pal’ almuerzo del otro día, entonces ahí son como 18 mil pesos. Y si me gano 25 mil ¿entonces qué puede uno ahorrar? (...) yo sólo yo no puedo”.
A Guillermo, Fercho le dice Don Ramón, lo conoce desde que era habitante de la calle y al igual que él, se ha relacionado con los profesores y los estudiantes de la universidad. “Por mi parte, yo vivo muy feliz, porque es una persona que puso de su parte (...) aquí la gente lo ha apoyado y se ha sentido el apoyo”, cuenta Fernando de Guillermo.
Fernando Rodríguez // Fuera del Túnel de la Unversidad Javeriana // 42 con séptima // imagen tomada por
Andrea Gutiérrez
“No solamente servimos pa’ ventas, también servimos pa’ una seguridad, para ustedes”. Él también les recuerda a los estudiantes de estar pendientes de sus bolsos, “es que el ladrón hace el mal a donde uno le de papaya (...) hay que encomendarse primero a Dios ¿no?, pero desde que uno no de papaya, a uno no le va a pasar”, concluye Fercho.
Ya se está haciendo de noche y Guillermo se prepara para conseguirle taxi a los que salen de clases o del trabajo. Fercho se queda, esperando poder vender alguna bufanda o un paraguas si empieza a llover. Allí mismo, en el túnel nombrado El Calidoso, en memoria de uno de los ángeles que cuidaba los estudiantes en las inseguras noches bogotanas. Así que quienes pasan por allí se pueden sentir tranquilos, pues aunque sólo vean a unos vendedores ambulantes, o personajes que hacen parte del panorama de la calle, ellos nos sirven y blindan nuestro recorrido.
*El túnel El Calidoso fue nombrado así a petición de los estudiantes javerianos, para honrar la memoria de Marco Tulio Sevillano, el habitante de calle que murió quemado el 2 de mayo de 2014, quien cuidaba de los estudiantes y personas que transitaban por la zona de la Javeriana.