El senador Antonio Navarro Wolff revela detalles de su vida en el movimiento guerrillero M-19 y su posterior ascenso en la política colombiana.
A sus 69 años, el oriundo de Pasto ha tenido una trayectoria de al menos 27 años dedicándose a la política del país, desempeñándose como ministro, constituyente, alcalde, gobernador y senador, pero antes de llegar a esta vida pública, Antonio José Navarro fue un joven ingeniero y docente en la Universidad del Valle que estaba en constante desacuerdo con las políticas que regían este país, lo que lo llevó a formar parte del M-19.
“El fraude electoral del 19 de abril de 1970 me llevó a pensar que si no le respetaban el resultado electoral a un general retirado del ejército, a quién le iban a respetar el resultado, entonces había que hacer lo que se hacía en Colombia en esa época: alzarse en armas, pero no encontraba en dónde”, le cuenta a Directo Bogotá.
El senador se debatió en ingresar a alguna guerrilla existente pero “En las Farc no me gustaba, eran marxistas leninistas, línea rusa; el EPL, marxista leninista, línea china; pues si no me gustaba los rusos, menos los chinos; el ELN estaban ligados a Cuba y mataron al padre Camilo Torres, no había en donde meterse” hasta que encontró en el nuevo movimiento sus ideales representados.“Yo dije, estos son, me gustan, son nacionalistas, ligados al fraude electoral del 70, así me metí al M-19, pero al principio no hacía nada, pasaron unos años, me fui a estudiar a Inglaterra, cuando volví me nombraron decano de Ingeniería sanitaria y al final de los 70 me involucre más con el M-19, terminé metido del todo, me fui para el monte, estuve en el Cauca, Putumayo, Caquetá y en la costa del Pacífico”.
Pero para perseguir sus ideales políticos y revolucionarios se vio enfrentado a múltiples sacrificios, tuvo que abandonar a su familia para irse al monte, recuerda con sentimiento como eso lo llevó a terminar con su primer matrimonio, “esa familia se disolvió” pues las posibilidades de verlos eran casi nulas, “siempre estaban vigilados” y no podía exponerlos.
En sus dos años de estadía en la cárcel La Picota, conoció a quien sería su gran aliado, su colega, Carlos Pizarro, y mientras él les escribía cartas a sus padres y a su esposa, Navarro esperaba la visita sin falta de su mamá y cuando podía, de su pequeño hijo de tres años.
Las lágrimas inundan los ojos azules de Antonio al recordar los amargos momentos, cuando estaba lejos de su familia, al recordar a su madre y al hijo que ahora ya nos está con él; pero su voz toma fuerza de nuevo al pensar en el nuevo hogar que conformó en 1994 cuando ya era parte de la vida civil de nuevo. Su rostro se llena de orgullo y sentimiento al recordar a Jaime Bateman, a quién admira y describe como “un líder muy carismático, el que dio la primera propuesta de paz en Colombia en una entrevista con German Castro Caicedo en 1981”, pero sus afectos salen a la luz cuando menciona a Pizarro.
“Carlos Pizarro fue más un compañero mío, un amigo, al él no lo veía como un jefe, éramos contemporáneos y juntos afrontamos la dirección del M después de la muerte de Bateman, que fue un golpe durísimo pero quisimos continuar con su idea de los acuerdos de paz”, Navarro Wolff en compañía de Pizarro lideraron los acuerdos de paz que se firmaron en 1990; “el primer acuerdo de paz en la historia contemporánea de América Latina, lo firmo el M-19, antes de El Salvador, Guatemala, estuvo Colombia”, dice lleno de orgullo.
Pero 46 días después de lograr la paz, asesinan Pizarro, como candidato a la presidencia, “fueron cosas del cartel de Cali, que estaba persiguiendo candidatos presidenciales” y Antonio toma su lugar en la candidatura, terminando en un tercer puesto, allí inició su vida en la política, nunca ha dejado sus ideales de lado, pero desde ese entonces los defiende con argumentos y no con armas.
Aunque afirma que su mayor logro ha sido ser presidente de la constituyente de 1991, no fue sino hasta que ocupó el cargo de alcalde de su natal Pasto en donde se sintió realizado, fue esa alcaldía la que lo hizo sentir “comprometido y con la capacidad de ayudar y tener resultados” por la cercanía que lograba con su pueblo.
Ahora, como en ese entonces, defiende los acuerdos de paz, que han llevado a las Farc a dejar las armas y enfrentarse a la arena política, como él lo hizo hace 27 años. Todo acercamiento a terminar con el conflicto es bienvenido para él y junto con sus aliados Clara López, Sergio Fajardo y Jorge Robledo buscan “hacer valer esos acuerdos, porque lo que ya está escrito tiene valor y no puede ser traicionado”.