Don Alirio Fuentes es un mecánico de bicicletas que decidió emprender en su propio negocio luego de servirle a una compañía por más de 20 años y no recibir pensión. Hoy, su oficina es un puesto de taller a la intemperie que a diario atiende ciclistas citadinos que ruedan con el vaivén del día bogotano; él repara sus bicicletas con la sabiduría que le han dado 72 años de vida, de rodar por todo Colombia cada que puede, y la dedicación y amor que siempre le ha tenido a la BICICLETA.
Alirio Fuentes // Parque Lineal, AV. Boyacá con Carrera 80 // Bogotá D.C//Imagen tomada por Laura Bocarejo
Don Alirio Fuentes nació en Muzo, Boyacá, en el año 1945. Desde pequeño ha cultivado su amor por la bicicleta, él recuerda que para su cumpleaños número 10 su abuela le obsequió su primera ‘bici’, y como en su pueblo el medio de transporte más común era en dos ruedas, él aprendió a montar como si Muzo fuera una gran pista de bicicrós, por sus calles destapadas, y siempre en ‘gallada’ con los amigos.
Alirio creció con el anhelo de sus mayores, “competir en La Vuelta Colombia”. Y tuvo el honor de hacerlo dos veces, pero una fractura de clavícula lo desvió de sus sueños. Sin embargo, él no se rindió, y sacándole provecho a su pasión, hizo parte del equipo oficial de taller y mecánica de La Vuelta Colombia. Así, su destino cambio, pero la bicicleta siempre ha sido parte de su vida.
A los 25 años se casó con doña Mery Guarnido, juntos decidieron mudarse a Bogotá, donde encontró oportunidades de trabajo, y como un golpe de suerte, logró entrar referenciado por un amigo a la empresa GIANT, marca taiwanesa que se dedica a la elaboración de bicicletas desde 1972, con representación en Colombia desde 1985. Motivado por ascender en su trabajo, Alirio validó el bachillerato, e hizo una certificación en mecánica de bicicletas en el instituto SENA.
Luego de cumplir 60 años allí, recibió una carta de agradecimiento por los servicios prestados a la compañía por más de 20 años, la carta también contenía una petición para que renunciara voluntariamente, obtuviera una liquidación, pero no una pensión; sin muchos peros, persuadido por su jefe de firmar la renuncia, y con la idea de que era mejor evitar los abogados, Alirio se retiró “por las buenas”.
Al poco tiempo el dinero de la liquidación se fue esfumando, y este padre de tres hijos, y abuelo de dos, se vio en la necesidad de emprender en el negocio de las bicicletas, pero ya no como empleado, sino como su propio jefe, con oficina propia y siempre esperando que “el gusto al trabajo, no le gane al dinero”, como dice él.
Su ‘oficina’ está ubicada a la intemperie, en una esquina del parque lineal de la Av. Boyacá con carrera 80, punto estratégico, pues por ahí pasan muchos bici usuarios; Alirio se exige un horario laboral de domingo a domingo de 9 a.m. a 6 p.m., se transporta de su casa al trabajo en bicicleta en un recorrido de 70 minutos por trayecto, carga a diario toda la materia prima de su labor, una gran variedad de herramienta, muchas llaves inglesas, tuercas, tornillos, neumáticos, y un inflador que lo acompaña, “desde que la moneda de $1 peso circulaba en la ciudad”.
A este hombre se lo puede encontrar en su ‘oficina’, siempre uniformado, con todas las manos, hasta las uñas de los dedos, llenas de grasa, esperando a que un cliente confié en su experiencia y lo elija; pues la competencia es fuerte. Justo al lado de su banca está otro chico, unos 30 años menor que él, con mayor indumentaria, también a la espera de trabajo. Así, don Alirio no la tiene fácil, pero la experiencia que dan los años y la pasión por el oficio pesas más.
En este punto de la capital trabaja “hace unos ocho años”, y así el tiempo no sea bueno, él persiste: presta todo tipo de servicio relacionado con el mantenimiento de la bici, desde una despinchada con la mejor tarifa del sector ($ 2.500), hasta un mantenimiento integral que puede tardar, desde medio día, hasta un día entero.
Él dice ya tener su clientela, y su amor por la bicicleta es indudable, pues, además del recorrido al trabajo diario, cada 15 días hace 240 kilómetros a manera de entretenimiento. ¡Sí! A los 72 años este hombre hace recorridos de más de tres horas, pasando por distintos pueblos y siempre a las afueras de la ciudad.
Alirio Fuentes // Parque Lineal, AV. Boyacá con Carrera 80 // Bogotá D.C
¿Será la bicicleta el elixir de su vitalidad? El amor por esta máquina de dos ruedas ha llevado a Alirio a sacarle el mejor provecho a su vida, y ahora, la vejez, es el momento, pues aún sigue trabajando en lo que ama, produciendo dinero, y disfrutando de rodar Colombia cada 15 días.
“Fíjese como cojo la llanta, para que vea que no me tiembla la mano”, dice Alirio, mientras concentrado repara una bicicleta. Y así es, a este hombre no le tiembla nada, tiene el ánimo intacto y su vitalidad a la par del ajetreo de esta ciudad y de cientos de ciclistas que han usado sus servicios, como si se tratara de una parada de pits de carreras.
Su vida es una lección, una de las muchas que podemos encontrar a diario, si prestamos más atención a las calles de nuestra ciudad, y nos tomamos un minuto para conversar con personas como Alirio Fuentes, un boyacense inspirador.