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  • Luis Eduardo Cáceres -

El alien que entró al White Ravens


Algunos podrán decir que es cuestión de suerte; sin embargo, cuando se trata de talento, el azar queda en un segundo plano. Juliana Muñoz Toro, autora bogotana, pasó de ser la ganadora del Premio Tragaluz a hacer parte de la rigurosa lista del White Ravens habiendo escrito únicamente la que es su primera novela.

Portada de '24 señales para descubrir a un alien''

El White Ravens es un catálogo anual de 200 títulos de literatura juvenil e infantil que realiza la International Youth Library; para esta selección, a manos de 20 especialistas literatos, se evalúa la temática del libro, la innovación artística, el estilo literario, diseño y otros aspectos. Este año, tres títulos colombianos lograron ingresar al prestigioso catálogo; entre ellos, 24 señales para descubrir a un alien, la primera novela de la joven autora.

Juliana Muñoz Toro es una comunicadora social y periodista de la Universidad Javeriana; empezó como redactora y editora de El Espectador y el diario ADN de El Tiempo, y ahora su nombre se lee en publicaciones c como Credencial, Diners y Esquire. Aunque desde siempre había mostrado cierto interés por la ficción, no fue hasta que ganó su primer concurso literario que decidió dedicarse de lleno a este oficio.

Juliana Muñoz Toro, escritora

Fue en las transitadas calles de Nueva York, como resultado de un envidiable taller de escritura creativa en español, donde nació 24 señales para descubrir a un alien. Bueno pero, ¿de qué va el libro? pone sobre la mesa una temática que nadie pensaría encontrarse en la literatura infantil, como se lee en el siguiente fragmento:

"Dentro de papá vive un alien pequeñito que lo controla. Por eso hace cosas que no me gustan. Por eso se comporta como si fuera de otro planeta. Le grita a mamá y a mí casi no me habla. Da órdenes cuando llega del trabajo. Tiene hambre todo el tiempo. No le gusta salir a pasear ni nada de lo que hace la gente. No tiene amigos. Su plan es conquistar el mundo y debe empezar por nosotros"

(Muñoz Toro, 2017, p. 13)

Desde la perspectiva de Benjamín, un niño de no más de nueve años, Juliana Muñoz nos introduce, con mucho cuidado y creatividad, en un hogar donde la violencia intrafamiliar se convierte en otro miembro de la familia. Si de por sí la temática ya es bastante delicada, el reto principal para la autora debió haber sido narrar los acontecimientos desde la voz de un niño.

“En un principio fue complicado encontrar un equilibrio entre ‘lo que yo quería decir’ y ‘cómo lo diría un niño’”, comentó Juliana Muñoz en un conversatorio, “luego decidí que los niños no hablan de una sola forma y encontré la voz de Benjamín, el niño que yo había creado”.

Otro aspecto que no puedo dejar por fuera, y que —después de haberlo leído— no podría desprenderse del libro, es el trabajo que ha hecho Elizabeth Builes con las ilustraciones; otra colombiana talentosa y ganadora del Premio Tragaluz de Ilustración en 2013.

Es muy común que después de haber terminado de leer un libro ilustrado pensemos que el texto se ha quedado corto ante las ilustraciones, o que estas no le han hecho justicia a la historia. Este no es el caso aquí: las ilustraciones y el texto parecieran haber compartido el mismo vientre, tanto así que no podría concebir el mismo libro con los dos aspectos separados.

Sobre ese diálogo entre el texto y las ilustraciones, Juliana dijo que: “Siempre había sido fan del trabajo de Elizabeth; incluso soñaba con que ella ilustrara mi libro antes de haberlo terminado. Después de ganar el Premio Tragaluz, tuve la oportunidad de sugerir que fuera ella quien lo ilustrara, y así se dieron las cosas”. La autora también mencionó que la historia de Benjamín era muy cercana a la suya, pero no quería que se convirtiera en algo autobiográfico, “así que quise alejarme de ella tanto como pudiera. Por eso escogí una voz infantil y, además, que fuera un chico”.

La única señal que necesitamos para descubrir por qué este libro quedó seleccionado en el White Ravens, que quizá es el mejor catálogo de literatura juvenil e infantil, es leerlo. Con una prosa sutil y una imaginación traviesa, Juliana Muñoz narra la triste realidad de muchos niños sin necesidad de recurrir a situaciones extremas para poner al lector en esos zapatos y hacerlo desear una realidad distinta. Con esta primera novela, la joven autora demuestra que la suerte no existe cuando se tiene el talento de perseguir los sueños.

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