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Ana María Portilla Roa -

Destruyendo el clóset, un cautiverio a puertas abiertas


Ser gay en Bogotá tiene una serie de implicaciones. Aquí una mirada a los espacios y significados que ha creado esta comunidad en una lucha por el reconocimiento de sus derechos.

“El clóset es ese lugar oscuro, en el que uno empieza a guardar y a poner cosas, unas encima de otras, las empujas y las escondes y se vuelve un desastre y uno está ahí con esas cosas, uno está ahí adentro... uno está con todo eso que le estorba... pero es seguro, estás adentro. Y salir de clóset es difícil porque te desproteges, y cuando abres la puerta se cae todo contigo, y lo puedes comenzar a organizar” Néstor me cuenta esto con una mezcla entre emoción y tristeza, eso representa el clóset, un lugar seguro, pero triste.

“Un día estaré con mi novio y una viejita nos dirá: ‘Respeten, esto es un sitio familiar’. Y yo le diré: ‘Bueno, nosotros somos una familia’” // Fotografías de los entrevistados tomadas por la autora

Pero nunca terminas de salir del clóset, entras y sales todo el tiempo, no siempre es seguro estar fuera, no en Bogotá. Si yo voy a salir de clóset tengo que hacerlo en un lugar donde no me vaya a sentir mal”. Santiago no escogió la universidad por el nivel que ofrecía, o por ser la mejor en su carrera, él sólo encontró que resultaba amigable con su sexualidad, él encontró una posibilidad de poder ser.

Cuando puedes caminar con tu pareja de la mano en la calle, y besarla en el parque o simplemente estar en un restaurante y mirarse, mirarse como se miran las parejas. Caricias, toques, esas cosas que el cuerpo cuenta, esos momentos se viven en su punto máximo porque sólo te concentras en eso, porque no ocurre nada más que la magia del instante.

Para un chico gay, para una mujer lesbiana, es un acto de valentía, las manos sudan y el corazón palpita rápido, los pensamientos son muchos, todos aparecen al mismo tiempo “¿y si nos golpean? ¿Y si alguien nos dice algo? ¿Y si nos sacan del restaurante?” La emoción también es mucho más grande, la felicidad se siente más. Una pareja homosexual puede estar en un restaurante, y verse, y acariciarse, pero no se besan, no llegan a besarse.

Chapinero te deja salir del clóset, pero nunca se sale totalmente tranquilo Incluso en Chapinero, que la gente le dice Chapigay y que sí, uno realmente en el gayrulla de Chapìgay encuentra gays por todas partes y hay mucha diversidad, sin embargo muchas de las agresiones más fuertes contra gays han ocurrido en ChapineroPara Raúl y muchos otros, la mano que se saca tímidamente de la puerta del clóset en Chapinero, tal vez sea por su gran diversidad de personas, clases, universidades, o la enorme cantidad de bares gay, pero si buscas un lugar en Bogotá para besar con libertad, puede ser una de tus primeras opciones.

“En Theatrón tú encuentras de todo, porque entre otras cosas yo tengo amigos que así no tuvieran para almorzar encontraban la manera de ahorrar para la boleta para la entrada a Theatrón. Casi como ir a misa para un creyente el domingo por la mañana, era para mi grupo ir allá los sábados por la tarde a la casa”. A Theatrón muchos se refieren como “la casa” con cariño, nadie empieza hablando de lo espectacular de esta discoteca por la cantidad de ambientes, o por la buena selección de música, lo cierto es que se ama Theatrón por ser muy gay.

Los bailes entre personas del mismo sexo están permitidos y, más que permitidos, son casi obligatorios. En este lugar no sales con miedo del clóset en el que estás metido, sales con traje de lentejuelas, porque eso te ayuda a ligar. Theatrón es La Meca para la gente diversa en Bogotá. Eso no quiere decir que esté libre de discriminación, en donde las diferencias se aceptan por completo: “Allí nadie te discrimina por ser gay, pero si vas mal vestido, chao, si te ves pobre, chao” Mateo ríe un poco mientras me cuenta, en resumidas palabras que en Theatrón y el norte de Bogotá, “eres gay si tienes dinero, de lo contrario eres un pobre marica”.

“Chao locota, adiós flaca, me silvan… Me acosan mucho, por eso procuro no mostrar demasiado que soy gay en Kennedy, me da mucho miedo” Y es así como Bogotá puede ofrecerte muchos lugares para salir del clóset, pero otros te obligan a esconderte detrás del arcoiris. Las citas románticas son en el parque de la 93, en Andino, el sur no parece ser un lugar amigable para las parejas homosexuales.

-¿Qué es lo peor de ser Lesbianas en el barrio Abraham Lincoln?

- Los ñeros.

Nataly y Geraldine responden al unísono para después soltar una fuerte carcajada. Entre bromas y momentos serios me explican lo que es para ellas andar en la calle con sus parejas, soportar desde los insultos hasta los comentarios obscenos. Los ñeros, como ellas se refieren, las miran de formas que las incomodan, les gritan “hagamos trío”, intentan tocarlas. Para ellas una cita romántica es una odisea. Salen del clóset y afuera las reciben con patadas.

Al preguntarles a todos los entrevistados en un rango del 1 al 10 qué tan difícil fue llevar su sexualidad en los barrios y la Bogotá que cada uno frecuentaba, para las personas del norte su respuesta promedio fue un cuatro, mientras que estas dos chicas y más personas, rápidamente contestaban 10, incluso un 11.

Eso no quiere decir que el sur no tenga lugares que te permitan ser gay sin tantas restricciones “Podría uno decir que la primero de Mayo es el Norte del Sur. La Primero [sic] es para gente homosexual, o sea, la Restrepo es para gente heterosexual, pero en la primera es muy raro ver gente hetero” Las fiestas en la Primero de Mayo permiten vivir la sexualidad, las personas siempre buscan y crean los lugares para ser aceptados, para convivir con gente como ellos. Y el sur no se queda atrás. Con grandes diferencias, como el precio, la inexistencia de cover o la fama que estas rumbas tienen de ser más pesadas, más peligrosas.

Al preguntar por Transmilenio, existen demasiadas versiones, cada bus es una lotería, cada bus era una posibilidad diferente. “Yo estaba con mi novia en un F14, eso iba casi vacío, al frente iba una vieja con la novia, y más adelante estaba un tipo, ellas dos se estaban besando, el muchacho se paró y casi que las obligó a bajarse, mi novia y yo nos bajamos en la siguiente estación aunque esa no era nuestra parada”, Nataly y Geraldine. Mientras otros respondían cosas como “¿Que se puede ligar en Transmilenio? ¡Claro que se puede!” o, “Yo coqueteo mucho en Transmilenio, pero hago eso cuando está más lleno, ahí me siento más seguro”.

Un viernes en la noche en un F50, caminé hasta el acordeón porque suele haber más espacio en este lugar, al frente de mí iba un grupo de amigos, cuatro muchachas y un chico, ellos empiezan a hablar sobre el bar en la Primero de Mayo al que se dirigían y con quién iban a encontrarse, una de las chicas hablaba bastante fuerte, ella decía que le emocionaba ir a ver a la chica que hace un tiempo le gustaba. Busqué en todas las personas que ocupaban el bus, desde niños hasta ancianas, caras de desagrado o curiosidad, pero nadie parecía poner mucha atención. Mientras ellas conversaban, una de las chicas comienza a acariciar el cabello de otra, luego sigue por su mejilla, acaricia su rostro con el pulgar, terminó por besarla. Busqué, de nuevo, reacciones, pero nadie las veía, o si lo hacían no era más que algunos segundos y luego seguían indiferentes.

Transmilenio, como Bogotá, más que brindar libertad, brinda anonimato. Realmente no es que Bogotá sea muy abierta con el tema LGTBI, pareciera que a la final, si a las personas no les afecta directamente, no se meten. Sin embargo, en las familias bogotanas es diferente. Puede que no te importe el gay en la calle, pero la situación es diferente si el gay es tu hijo.“Cuando mis papás se dieron cuenta de que yo tenía novia me sacaron de la casa”, me comentó un entrevistado. “Digamos que todo mi círculo social sabían que yo era gay, menos mis papás”, decía otro. Incluso, “Cuando dije que era gay perdí mucha familia, pasé de ser el orgullo de la casa a la vergüenza de la casa”.

No todos los testimonios eran negativos, algunos padres podían lidiar bastante bien con la noticia, pero eso de que tengas que sentarte a aclarar con tus padres tu situación sexual/sentimental ya da mucho qué decir: ahí reside el clóset. Ese es todo su relato, algo que va más con las personas que te rodean que contigo mismo, un hombre heterosexual no debe sentarse con miedo frente a su familia y decir “Mamá, papá, soy hetero, y no me avergüenzo de eso”.

“El gueto es fundamental, la ilusión del gueto es fundamental, porque seguimos encarcelados, y nos localizamos, estamos localizados por zonas.” El análisis de Néstor, un quiteño que lleva algunos años en Bogotá me ayudó a comprender, Bogotá está llena de armarios, está llena de clósets, en donde la gente está encerrada, donde se puede ser, pero sólo ahí, salir de esos lugares representa peligro, representa miedo. Hay diversidad sexual en todas partes, pero sólo se hacen visibles en algunos lugares. “Entonces Bogotá es interesante, está este tema de la violencia, pero tiene visibilidad, tiene referentes positivos, pero están encarcelados, están localizados, en sitios, entonces hay una tensión muy interesante entre lo público y lo privado”. Para hacer esto más claro, utiliza una anécdota: “Un compañero de trabajo me dijo ‘Lo chévere es que tú eres respetuoso, no se te nota mucho’. ‘Ehh… ¿Gracias?’ pensé. Pero él siguió: ‘Porque hay gays que son muy afeminados (...)’”.

“En Quito, hay una cosa, hay tolerancia, no respeto, tolerancia, porque todo se lleva en un nivel más oculto, no hay visibilidad, pero no hay violencia, en Bogotá puede haber más violencia, pero hay más visibilidad. Entonces son esas luchas, esas fuerzas que se están encontrando, y al final yo no sabría decirte cuál es mejor”, comenta al hablar de Bogotá. No se puede medir la libertad por la longitud de las cadenas, no podemos medir la libertad por cuán grande sea el clóset, aunque este tenga el tamaño de Chapinero.

–Yo siempre quiero que se me note lo gay, salgo a la calle con el saco más rosado y diva que encuentro. –, dice Andrés, o Andy, como prefiere que lo llamen, de 21 años.

¿En cualquier parte de Bogotá? –Pregunto sorprendida.

En cualquier parte, yo quiero que la gente sepa quiénes somos, que sepan que viven con nosotros, que se acostumbren. A mí no me daba miedo tomarme de la mano en ningún lugar siempre que estuviera con él y desde ahí entendí eso: a visibilizarme, mostrarme como soy en cualquier lugar.

Me comenta esto mientras se sienta más erguido y asiente. Y eso, eso es realmente salir del clóset en Bogotá, significa romper con esos espacios de comodidad y protección, que no existan lugares donde se pueda o no ser homosexual. Es entender que la lucha aún es joven, que los espacios existen porque otros se atrevieron y esa es la tarea que debe continuar la gente diversa en esta ciudad.

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