Ya fue bien criticado que dejaran para el partido político el mismo nombre dado por Tirofijo en 1964, sigla que ahora significa “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común”, aunque algunas disidencias aun usan el antiguo nombre para firmar sus acciones.
Foto por: Nancy Rocio Beltrán
Las opiniones están muy polarizadas. Iván Márquez manifestó que la idea era “no romper los vínculos con su pasado”. Cualquier experto en manejo de imagen o marketing político hubiera sugerido dejar atrás el nombre que se pregonaba en las banderas de los caseríos protegidos a la redonda con minas antipersona, banderas dejadas en las antenas de luz y pozos de petróleo dinamitados, además de los C.A.I. luego de los bombardeos, como si lo único que perdonaran las llamas fuera una bandera blanca con dos AK47 en el centro del mapa de Colombia.
Una Colombia que con carteles, camisas blancas y banderas marchaba con la consigna #NoMasFARC, que se estremecía (para luego acostumbrarse) al ver este nombre en primeras planas de diarios acompañadas de palabras como niños (o burros) bomba, explosión, secuestro, atentado, etc.
Tal vez esta sea una de las razones por las que el partido ha sido rechazado: la palabra FARC evoca los peores momentos en la mente de los colombianos.
No solo las siglas, el icono también fue replanteado: una rosa representa este partido, la misma de los partidos socialistas de Francia y España. Irónicamente también es compartido por la ONG Corporación Rosa Blanca de mujeres víctimas del mismo grupo.
La indignación de esta ONG creció, pues según el mismo Márquez el logo “Tiene también un lado femenino". Lado que ha sido muy bien maquillado, pero que Sara Morales, locutora de la emisora de las FARC, La Voz de la Resistencia, se encargará de hacer escuchar, retomando las curules para las víctimas. Así, ahora la batalla víctimas-victimarios se trasladará de la selva a la arena política.