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Arianna Ramírez - arianna.ramirez@javeriana.edu.co

“No nos vamos a dar por vencidos en este esfuerzo por la paz”


En el lobby del hotel, veo entrar a una pareja junto con dos escoltas detrás. Pasan de largo, pero pronto me reconocen. “Los muchachos” se van a desayunar, su esposa va a buscar algo de tomar, y mientras tanto, él y yo, comenzamos a charlar.

Emiro del Carmen Ropero Suarez, Ex combatiente de las FARC

“En las filas de la FARC me llamé Rubén Zamora, pero mi nombre es Emiro del Carmen Ropero Suarez. Estuve 30 años en las FARC. Estoy en el proceso de reincorporación a la vida civil. Fui negociador de paz en Cuba durante dos años. Estuve en la redacción de los acuerdos en la parte de las reformas rurales, participación política y solución al problema de las drogas ilícitas. Luego vine a lo que se llamó el bloque oriental de la FARC y en este momento me desempeño como asesor territorial del Programa Nacional Integral de sustitución de cultivos de uso ilícito. Estoy en la dirección del partido en el departamento del Meta. Estamos actuando en cinco municipios. Uno de ellos, el municipio de La Uribe, es donde más hemos avanzado. Ya estamos cerca de declarar ese municipio libre de cultivos de uso ilícito.”

Emiro del Carmen Ropero, también fue comandante del frente 33 en el Catatumbo, pero hoy se presenta ante mí de esta forma. No solo como exguerrillero, sino como un desmovilizado que está trabajando de forma comprometida por de la paz.

“Entré a la FARC el 4 de febrero de 1987. Hice dejación de armas en el mes de mayo de 2017.

La decisión de alzarme fue a partir de la falta de garantías políticas, la violación sistemática de los derechos humanos y el genocidio de la UP, yo era líder de la UP. Lo que nos llevó a dejar las armas fue una decisión política para la búsqueda de la paz y la reconciliación (…)

Yo soy de la región del Catatumbo, de una familia muy pobre y sin tierra. Cuando logramos tomar un latifundio, ahí construimos un proyecto de vida. Pero luego de vincularme a la Unión Patriótica, esto se me convirtió en un delito grave, en un delito de sangre, porque inició una persecución sobre mí. Intentaron desaparecerme, pero en cambio desaparecieron a mi hermano. Asesinaron a 13 o 14 integrantes de mi familia, lo que resultó en el desplazamiento forzado de otra parte de mi familia y la pérdida de su proyecto de vida. Toda mi familia fue comprometida por la violencia que nos atravesó. Hay heridas muy profundas, pero pese a todo, o tal vez, precisamente por la profundidad de esta situación, es tan grande nuestro compromiso con la reconciliación. Nos satisface que pese a todo el dolor, podemos decir que no sentimos odio. Entendemos la necesidad de pasar la página. De buscar la paz.

Pero lo veo difícil, falta decisión política y la oligarquía está dividida entre la paz y la guerra. No hay confianza, hay incertidumbre. La incertidumbre atraviesa todo el acuerdo, y tanto los excombatientes como los campesinos ven con mucha frustración como una reforma rural parece desvanecerse. Nosotros podríamos ser un país muy desarrollado, podríamos aprovechar nuestros recursos, pero hay muchos a quienes eso no les conviene. Nuestros recursos podrían convertirse en más generadores de vida, de oxígeno, podrían contribuir a reducir nuestros problemas de contaminación, pero eso no les interesa a ellos, los de arriba.”

Directo Bogotá: ¿Qué recuerda de este proceso?

Emiro del Carmen Ropero Suarez: “La experiencia más bonita que recuerdo, fue el momento de anunciarle al país que teníamos un acuerdo. Ese hecho nos conmovió a todos. Vi en los ojos de la doctora Elena Ambrosi, representante del gobierno nacional, lágrimas de emoción.”

Esas mismas lágrimas, hoy es él quien las deja correr. Y mientras las seca un poco, prosigue y explica:

“La reforma rural integral, es una herramienta para entrar a remover las verdaderas causas del conflicto interno en Colombia. Para remover las causas de tanta pobreza, tanta desigualdad y tanta injusticia. Para hacer justicia de verdad en los territorios. Para reconocer a los pueblos indígenas, para reconocer a las comunidades afro descendientes, y a los campesinos (…)

Pero esa reforma rural se quedó en letra muerta. Hasta ahora, en letra muerta está. El fondo de tierras no ha entregado nada a campesinos y nadie responde aún por esas tierras. Es poco lo que se ha avanzado en términos de implementación (…)

A nosotros ya no se nos puede ver como excombatientes a secas. Nosotros somos constructores de paz. Nosotros estamos trabajando, dando un salto, pero el compromiso de la reincorporación es un fracaso. Algunos compañeros abandonaron los espacios territoriales y se fueron a buscar a sus padres o alguien que los dejara trabajar en un pedazo de tierra. Porque lo que se dijo de los ocho millones no está. Tanto para los excombatientes como para los campesinos, los acuerdos, como los prometieron, aún no los vemos (…)

Yo fui un formador de combatientes. Tanto para la guerra como para que se entendiera el por qué la guerra, es decir, lo ideológico, porque nosotros no hicimos la guerra por la guerra. En la medida de que un compañero o compañera se volviera un sujeto revolucionario, sentíamos que trabajaríamos por un país mejor".

Le pregunto por su presente:

E.R: “La familia representa mucho para mí, en lo personal. En lo social, lo más importante para mí, es mi desprendimiento y mi servicio social. Saber que mi actividad como persona tiene un efecto en las comunidades. Ahora mismo vengo de una que nos ha ofrecido unas becas donde los beneficiaros son hijos de campesinos pobres. Ser parte de eso a mí me llena profundamente.”

D.B: ¿A qué le tiene miedo Rubén Zamora, ex comandante del frente 33 de la FARC? O no, mejor, ¿a qué le tiene miedo Emiro del Carmen Ropero?

E.R: “Le tengo miedo a que la gente no comprenda lo suficientemente bien su propia realidad. Porque si la gente no entiende su propia realidad y su capacidad de cambiarla, este país seguirá rumbo al desastre, a la violencia y a los problemas que genera en lo social, económico, ambiental y político.”

D.B: ¿Qué es para usted trabajar por la paz?

E.R: “Trabajar por la paz es una catarsis, pero también es una manera de reparar a aquellas personas que hayan sido afectadas por alguna decisión de la que tomé parte (…) Me arrepiento del tiempo perdido (…) He llorado con el dolor de la violencia. La violencia nos ha puesto en escenarios muy difíciles. Nos ha causado bastante dolor. Han habido momentos en que he recordado episodios donde amanece uno con la noticia de que le descuartizaron a gente conocida. Y uno dice ¿por qué pasa esto en mi país? …me hace llorar. Entre las víctimas siempre hubo familiares nuestros.”

Le pregunto por un recuerdo feliz. Vuelve a llorar:

E.R: “Cuando me dijeron que yo eran negociador de paz de la FARC sentí que…, me sentí reconocido. Porque serlo implica una gran responsabilidad. En los negociadores estaba el sueño de un nuevo país. Eso me alegró mucho.”, cuenta, entre risas y llanto.

“Pero tengo también una anécdota un poco contradictora sobre eso, y es que al regresar a hacer pedagogía de paz, me recibieron nada más y nada menos, que con un terrible bombardeo donde murieron nueve compañeros. Me parecía un absurdo total, ¿cómo un negociador de paz era recibido con un bombardeo? Era como una señal de que iba a pasar con este acuerdo de paz, lo que paso en Cien años de soledad. Era un sinsabor, como una premonición. Esto fue el 15 de noviembre del 2014. Nos bombardeó en la serranía de la Macarena, la Fuerza Aérea Colombiana (…)

Otra anécdota fue cuando llegamos una vez a La Uribe, donde había unas dos mil o tres mil personas vestidas de blanco o con una bandera blanca en la mano esperando a la caravana. Y lo que sucedió, es que ¡qué iba a saber yo que ahí iba a estar mi futura esposa! Yo la veía solo como una compañera líder social que venía a conectarse con la ideología guerrillera, pero terminamos juntos. Esa experiencia fue muy bonita, porque a nosotros que nos han mostrado como criminales y terroristas, mira cómo una comunidad nos recibe a nosotros los excombatientes, y eso fue el 5 de febrero del 2017. Para nosotros era muy conmovedor.

No podíamos evitar preguntarnos ¿Cómo es que siendo unos “terroristas” el pueblo sale a recibirnos? Hasta la madre del alcalde estaba y cuando le preguntamos por qué estaba ahí nos respondió: porque quiero la paz y ustedes tienen que ayudar a que la haya. Ahí no había colores políticos. Ahí había un solo un deseo acumulado de la gente que ha padecido el conflicto, un deseo acumulado de paz. Esa es la gran diferencia de este país. El país urbano que nunca ha sufrido la violencia de la guerra, no entiende a ese país rural que quiere pasar la página. Que quiere que sus hijos estén en su territorio trabajando la tierra, que estén estudiando, o haciendo cualquier otra actividad distinta a la guerra. Y a mí me da mucho dolor pensar que si llega a ganar la extrema derecha, este país va a retroceder".

Así que usted puede ver en nosotros la sinceridad de las palabras. Y eso es lo que somos. Hoy, pese a todo, no nos damos por vencidos. Nunca nos dimos por vencidos en la guerra. Y tampoco nos vamos a dar por vencidos en este esfuerzo por la paz. Tenga total seguridad de eso"

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