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Danna Vargas y Gabriela Winkler -

Silencio y paz en El Dorado, Meta


El municipio presenta una quietud que era inimaginable hace 20 años en medio del conflicto armado.

El Dorado-Meta // Fotografías tomadas por: Danna Vargas

Hace dos décadas en las calles del Dorado, municipio ubicado a 199 km de Bogotá, las minas antipersona, la restricción de la circulación, el reclutamiento de menores y los desplazamientos forzados producían gran temor en los habitantes. Actualmente, el panorama es distinto, ya no se oyen disparos y lamentos, el único ruido que se alcanza a apreciar es el canto de las aves y las risas de los niños.

A finales de los 90, El Dorado era visto por grupos armados ilegales como un favorable eje y centro de operación. Hostigaban a la base militar del territorio por medio de granadas y cilindros bomba, cada día se sacaban listas con nombres de aquellos que serían ejecutados por supuestos auxilios a las autodefensas, y los habitantes de las veredas aledañas se veían obligados a abandonar sus tierras y migrar al centro, la intranquilidad los acechaba a todos.

“Aquí hubo fue un matadero ni el hijueputa. Eso era bala y bomba por todo lado”, asegura Julio César Grisales, quien en medio del silencio que se aprecia hoy en el municipio le relató a Directo Bogotá cómo se vivían esas épocas. Algo en lo que coincide Helena Rincón, habitante de la tercera edad, quien dijo: “eso antes uno no podía salir de la casa porque lo mataban. Yo hace rato no siento el miedo que sentía en esos años”.

Al día de hoy en El Dorado predomina la paz y la quietud. Según la información otorgada por los habitantes, desde el año 2007 ya no hubo más signos de guerra, no se escucharon más bombas, no más balas, ni lamentos. Poco a poco se fue estableciendo la paz, siendo hoy en día un lugar que hace años era impensable. “Ahoritica estamos en el mismísimo cielo, aquí viene mucho turista por la paz y la tranquilidad”, comenta Jorge Humberto Castillo.

En el municipio hay quienes ni siquiera vivieron el conflicto. Sebastián (19 años), relata lo poco que sabe por su abuelo, quien le cuenta cómo fueron aquellas épocas de violencia: “dice que hace tiempo era todos los días dizque plomo por lado y lado, me cuenta que antes por allá pa’ arriba los guerrilleros y los paracos mataban al que se le atravesara”.

Así como Sebastián, los demás niños del territorio tampoco han vivido la guerra. Policías y militares operan y patrullan constantemente, así lo afirma Camilo (13 años): es muy tranquilo, nosotros mantenemos por ahí callejeando hasta las 9 o 10 de la noche y nada nos pasa”.

Los mayores miedos de los niños ya no son la muerte y la sangre, muchos de ellos incluso no tienen idea de lo que es el conflicto armado. Kevin Santiago (8 años), le contó a Directo Bogotá que sus pasatiempos son jugar fútbol y Xbox hasta las 7 de la noche, y que su mayor miedo es hacia los fantasmas y las arañas.

En los últimos años, se ha venido restaurando el municipio para el bienestar de todos. Ejemplo de esto son las instalaciones del lugar, entre las que se encuentra la biblioteca, que, según Sebastián, es concurrida por muchos niños a diario. La administración actual del municipio ha renovado y repartido casas, y además ha ejecutado diferentes proyectos para incentivar el turismo. Como lo aseguró Julio César Grisales: “el que llega acá se amaña”

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