Los Once es una novela gráfica realizada por Andrés Cruz, José Luis Jiménez y su hermano Miguel Jiménez que narra los acontecimientos de una abuela y su nieta como familiares de un desaparecido de la toma del Palacio de Justicia y, a su vez, va presentando un relato de ficción acerca de lo que pudo haberse vivido dentro del Palacio.
Fotografía tomada por Alejandro Duarte
La novela fue un proyecto surgido en el año de 2013 gracias a una convocatoria del Ministerio de Cultura. El zoomorfismo es la característica más importante de la novela. Los protagonistas y antagonistas están representados en un micro-universo habitado por distintos animales que sufren profundas transformaciones conforme se van desarrollando los sucesos.
La crónica Gris es un relato de contrastes históricos, narra en tres subsecciones los actos que iniciaron la toma, las vivencias del autor en la Plaza de Bolívar y algunos aspectos interesantes de la novela.
Fotografía tomada por Alejandro Duarte
(...) Era miércoles. Así, lacónicamente, empieza Los Once: una novela gráfica en la que sus autores Miguel Jiménez, José Luis Jiménez y Andrés Cruz ilustran un capítulo oscuro de la historia reciente de Colombia: la toma y retoma del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre de 1985. En esta ocasión el papel no quema por la acción de los armados, sino por la fuerza con la que estos tres artistas narran lo que algunos colombianos no pudieron ver por televisión porque a la ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, ordenó la retransmisión de un partido entre Millonarios y Unión Magdalena.
Todo sucedió en la Plaza de Bolívar, incrustada en el corazón de la ciudad de Bogotá. Eran las 11:00 de la mañana y siete guerrilleros del M-19, vestidos de civil, entran armados al Palacio de Justicia, ubicado en el costado sur de la Plaza justo enfrente del Congreso. Todo el mundo se pregunta cómo lo hicieron y qué iban a hacer una vez allí dentro. Nadie sabía lo que verdaderamente sucedería en esas 27 largas y tortuosas horas que duraría la toma. Nunca nadie lo supo.
El centro de la ciudad, escenario de esta barbarie, se conforma como el reflejo de la velocidad que la ciudad capitalina impone en pleno siglo XXI. Los imponentes cerros se alzan al oriente del lugar llenos de niebla. El Palacio está erigido sobre las demás construcciones al sur de la Plaza; el Congreso justo en frente. Al costado oriental, de espaldas a los cerros, está la Catedral Primada y al occidental se encuentra el Palacio de Liévano: la Alcaldía de Bogotá. El poder concentrado en cuatro cuadras.
En una de las columnas que sostiene el Palacio aparece una inscripción que dice:
Holocausto del Palacio de Justicia 1985. Durante los días 6 y 7 de noviembre la ciudad es conmovida con el suceso más audaz. Que recuerde nuestra historia: el sacrificio trágico por fuerzas de subversión…
Despreocupadamente cruzan peatones por el lugar, quizá no muchos de ellos sepan lo que sucedió hace tres décadas en el mismo lugar. En otra columna, separada físicamente, pero unida históricamente, está inscrito:
En memoria de las víctimas y de los desaparecidos de la toma y retoma (...) 30 años después del crimen de lesa humanidad el Estado colombiano reconoce su responsabilidad...
Ya eran las 11:30: hay 28 guerrilleros adentro. Uno de los magistrados secuestrados, Manuel Gaona Cruz, anuncia la denuncia interpuesta por medio de los fusiles por los guerrilleros del comando Iván Marino Ospina y el inicio de la operación Antonio Nariño por los Derechos.
Las imágenes de Los Once son un recuerdo presente de lo que allí sucedió, su portada resalta por la ilustración: El fondo negro y las llamaradas naranjas sobre el Palacio de Justicia. Los Once relata una historia alternativa de lo que aconteció aquel 6 de noviembre en el Palacio. Nos cuenta desde dos perspectivas cómo se vivieron los sucesos. Con el eje siempre presente en las víctimas, desde las familias, pero también desde los once desaparecidos que dejó aquel suceso. De allí toma su nombre.
Por un lado, está el relato de una abuela y su nieta esperando a un ser amado. Abuela y nieta tienen que soportar la incertidumbre que aumenta con el paso del tiempo y el incesante desconcierto de lo que verdaderamente está sucediendo. Por otro lado, nos cuenta cómo pudo haberse vivido la toma desde adentro, cómo pudieron ser las vivencias de las víctimas de este suceso.
Lo primero que resalta de la novela es que sus personajes no son seres humanos, propiamente dichos, sino animales de la selva de cemento. Esto “para volver más universal y laxa la cruda realidad de los hechos”, según Andrés Cruz, coautor de la obra.
La novela Los Once está ilustrada a blanco y negro. Recuerda la búsqueda incesante de la luz sobre la oscuridad, sobre la verdad de los hechos. Andrés Cruz se refiere a que la apuesta de crear contenidos gráficos es un ejercicio claro de hacer historia, de una lucha directa contra el olvido.
Fotografía tomada por Alejandro Duarte
El relato está construido para un público joven, de allí su formato. Los hechos que allí sucedieron no son conocidos por las nuevas generaciones, dice Andrés, lo que busca la novela es acercar a esas generaciones a los hechos históricos. Por eso se busca la imparcialidad de lo que se está narrando, más allá de debates ideológicos o políticos, la obra no se construye a partir del negro o el blanco, sino que busca el gris en la mitad. La historia más que nada apela a la reivindicación de las víctimas, de abolir la costumbre de olvidar para superar, sino por lo contrario, de recordarlo para hacerlo.
En la actualidad existe otra construcción en el lugar donde alguna vez las llamas lo consumieron todo. La renovación del lugar supuso un paso nuevo, una dejación de la historia al borde de la omisión. Anteriormente, el palacio era una construcción totalmente cuadrada, dando la apariencia de una caja fuerte, con una pequeña puerta justo enfrente. La nueva edificación es totalmente diferente, dividida en tres y, en la parte alta, justo en la mitad, hay una cita grabada del libertador Francisco de Paula Santander:
“Colombianos las armas os han dado la independencia, pero sólo las leyes os darán la libertad”
Al día siguiente, el 7 de noviembre de 1985, se contabilizan las pérdidas: 98 personas perdieron la vida, 11 fueron dadas como desaparecidas, el Palacio totalmente carbonizado, la institucionalidad más débil que nunca y toda una ciudad se da golpes de pecho, pensando en que tal vez hubiera podido tener un final distinto. El resto es historia. Merece ser contada.