Karla G. Barrientos-Muñoz, directora científica de la Fundación Tortugas del Mar y coordinadora de WIDECAST, Wider Caribbean Sea Turtle Conservation Network en Colombia, habla acerca de las tortugas marinas como su misión de vida, y la importancia de estas a nivel ecosistémico.
La científica considera que uno de sus momentos favoritos es el avistamiento de hembras anidantes en las costas del país. Foto: Cortesía de Karla Barrientos
La directora científica de la Fundación Tortugas del Mar y coordinadora de WIDECAST en Colombia, Karla Barrientos, nunca soñó con investigar y proteger las tortugas marinas. Lo que realmente le apasionaba eran las medusas bioluminiscentes. Fue mientras cursaba segundo semestre de Biología, en la Universidad de Antioquia, que se enamoró de las tortugas. “La primera oportunidad que tuve fue en playas de anidación, ver el esfuerzo que hace una mamá para que su especie perdure me marcó la vida para siempre. Fue allí donde decidí que serían mi misión de vida.”
Decidió trabajar por las tortugas y creó la Fundación Tortugas del Mar, donde se busca proteger a esta especie a través de procesos de educación, investigación y conservación. Debido a su labor como protectora de tortugas, la científica fue catalogada como una de los cuatro colombianos que se destacaron en ciencia en el 2017 y fue partícipe de “La nueva maestría colombiana: cuarenta menores de cuarenta 2018”, una iniciativa colaborativa entre el Grupo Semana y Club Colombia, donde se hace mención a 40 colombianos catalogados como líderes en sus campos de acción debido a su talento, ideas innovadoras, pensamiento disruptivo y un propósito trascendente.
En diálogo con Directo Bogotá, Barrientos contó acerca de su pasión por las tortugas marinas, su importancia, y cómo éstas se han convertido en su más grande motivación.
Directo Bogotá: ¿Cuál ha sido, en cuanto a su trabajo de campo, la experiencia que más recuerda?
Karla Barrientos: Yo creo que cada momento y cada proceso de liberación o avistamiento de hembras anidantes en tierra o nadando los juveniles y/o adultos es importante y diferente. Una de las experiencias que han marcado mi vida, no sólo como bióloga de la conservación, si no como persona fue hace cuatro o cinco años. Estábamos en Termales, una pequeña vereda muy bonita de Nuquí, en el Pacífico chocoano, una comunidad que como muchas otras de las zonas costeras del país, consumen carne y huevos de tortugas.
Los niños fueron nuestros compañeros y guías. Eran cuatro niños, que son parte de la escuela de surf, y con quienes he corrido las mejores olas en mi vida. Encontramos un nido ya listo para emerger sus crías, y las liberamos con los niños, en compañía de Sigifredo Sanclemente, el investigador local. Fue en ese momento, donde confirmé el poder de las tortugas marinas, el poder de las especies carismáticas, el poder de sanación. Entendí la urgencia y necesidad de reconectarnos con todas las formas de vida a través de la empatía y la compasión. Estamos desconectados de un planeta que habitamos.
Los niños, en sus ocho – diez años, la única forma que habían tenido contacto con las tortugas marinas, había sido como carne y/o huevos. Nunca habían visto las tortuguitas. Su primera impresión, el miedo a hacer daño, no querían lastimarlas, porque eran muy pequeñas y frágiles. Sin hablarles de la problemática de ser especies en peligro de extinción, ellos las protegían de los cangrejos y las aves. Ver el contacto directo de ellos con ellas me marcó mi vida, entender como todos tenemos dimensiones de vida diferentes e intentar nunca perder la capacidad del asombro. No puedes llegar a hablar de conservación desde la prohibición, cuando para ellos ha sido un plato de comida más.
Amo vivir el momento cuando las personas tienen un primer contacto con tortugas marinas vivas. Su cara, sus gestos, su reacción y el impacto que les causa. Me gusta ver los rostros de las personas cuando ven por primera vez una tortuga marina, me gusta porque sigo pensando que ellas logran cambiar vidas.
DB: ¿Qué fue lo que la enamoró de las tortugas?
KB: Yo no sé cómo es un amor a primera vista, pero creo que con ellas me sucedió y si es así es una vacanería. La primera reacción fue de sorpresa, luego mucha admiración, respeto, gratitud y de humildad de sentirme tan mínima al frente de un ser milenario. Ellas, convivieron con los dinosaurios, han tenido pocos cambios evolutivos desde su origen y siguen en el planeta a pesar de lo duro que les hemos dado. La primera oportunidad que tuve después de leer mucho sobre ellas, como una apasionada por la vida fue en playas de anidación, ver el esfuerzo que hace una mamá para que su especie perdure me marcó la vida para siempre. Fue allí donde decidí que serían mi misión de vida.
Salir de su zona confort (el mar), subir una pendiente en una playa arenosa cargada de huevos entre 70-180 dependiendo de la especie, estar más o menos una hora a los ojos de los depredadores, buscar un sitio idóneo, cavar un hueco con sus aletas traseras más o menos de 60 a 70 centímetros, luego de depositar los huevos, taparlos, hacer un camuflaje perfecto para que el depredador natural no los encuentre y finalmente regresar a la mar. Vivo enamorada de sus grandes esfuerzos por perpetuar su especie y que siga navegando los mares y visitando las costas del mundo entero.
DB: ¿Qué la motivó a realizar trabajos con estas especies?
KB: Inicialmente, como investigadora, la necesidad y responsabilidad de aportar al conocimiento de ellas en el país. Lo que sabemos de las tortugas marinas que nacen, llegan, se reproducen y viven en Colombia es muy poco. La segunda motivación, es que son especies que están en peligro de extinción. Su extinción está pasando frente a nuestros ojos, y no podemos permitirnos que no estén más en el planeta, las necesitamos vivas. Tres, yo quiero que las siguientes generaciones tengan la fortuna de conocerlas, convivir y entender su importancia. Cuatro, me han permitido extender mi familia, tengo mamás adoptivas, papás, abuelos, tíos, primos, hermanos, hijos, amigos alrededor del mundo, gracias a ellas. Cinco, podemos llevar el mensaje de los océanos con ellas y el protegerlas nos permite proteger ecosistemas asociados, como manglares, pastos marinos, arrecifes coralinos. Una de mis grandes motivaciones en este momento, es la necesidad de mirar el mar y su biodiversidad, que los colombianos nos conectemos con él, que entendamos que somos un país afortunado, pero con una gran responsabilidad.
DB: ¿Cómo surgió la iniciativa de la Fundación Tortugas del Mar?
KB: Nosotros llevamos más de 14 años aprendiendo de las tortugas marinas, pero lo hacíamos inicialmente como estudiantes, luego como investigadores, pero no teníamos algo formalizado. La fundación surge y se legaliza en el país hace cuatro años, no lo habíamos hecho antes porque nosotros los fundadores, Cristian Ramírez Gallego, director ejecutivo,y yo como directora científica íbamos y veníamos del país, capacitandonos, aprendiendo y apoyando proyectos en Latinoamérica.
Finalmente llegamos de nuevo y la fundación surgió uno, como un mensaje claro que todos estos procesos de organización no gubernamental tienen que ser legales por más tiempo que nos tome y dos, surgimos de la necesidad de construir país, en el caso de nosotros desde lo que hacemos y apasiona que es la conservación de las tortugas marinas. No podemos soñar e intentar hacer un mejor país desde la ilegalidad. Nuestra misión es contribuir al conocimiento, recuperación y conservación de las poblaciones de tortugas marinas y de sus ecosistemas asociados en el Caribe y Pacífico colombiano, impulsados por la investigación científica, la educación ambiental y la colaboración comunitaria e interinstitucional.
DB: ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
KB: El trabajar con especies en riesgo de extinción, estar todo el tiempo en el limbo, me permite intentar vivir cada día como si fuera el último, suena muy romántico, pero es eso. Yo no sé que va a pasar mañana con ellas, no sé cuantas van a aparecer vivas o muertas, y cada vez hay menos números de individuos por especie, eso me recuerda día a día, como en un tiempo muy corto, todo puede cambiar.
Definitivamente, lo que más me gusta de lo que hago, es que me permite conocer las visiones de mundo que tenemos en diferentes rincones, en este caso, Colombia. Entender que todos somos colombianos en cada territorio, pero que somos diferentes. No podemos decir que las comunidades costeras son las mismas del Pacífico o el Caribe, y que finalmente la vida es un tema de respeto.
DB: En cuanto a las problemáticas de medio ambiente que se acentúan cada vez más, ¿ cuáles han sido los resultados de las investigaciones que ha realizado sobre el cambio climático sobre estos reptiles?
KB: El cambio climático es una de las cinco amenazas identificadas más grandes para las tortugas marinas en el mundo. Las tortugas son animales dependientes de la temperatura para su vida. El sexo de las tortugas marinas no es como nosotros, que tenemos cromosomas sexuales, donde X lo da la mamá y el Y o X lo aporta el papá, sino que el sexo en las tortugas marinas es definido, como en muchos otros reptiles, por la temperatura.
A mayor temperatura, por encima de 29.6 ºC (aproximadamente), son hembras, y por debajo son machos. Lo que está sucediendo es que en las playas de anidación se están produciendo principalmente hembras alrededor del mundo. Necesitamos poblaciones estables con machos y hembras, entonces ¿Qué va a pasar en 15-20 años cuando están hembras lleguen a ser adultos? Las que llegan. Porque se estima que solo 1 de 1000 crías que emergen del nido llega a ser adulto. Tendremos algunas hembras y no habrán machos con quien copular, además de las múltiples amenzas que presentan en la actualidad, el panorama no es muy alentador para ellas. Y la situación es mucho más crítica, el calor es tan fuerte, que los huevos se están cocinando. Así como cuando ponemos un huevo a hervir, eso está pasando en muchas playas alrededor del mundo, son una olla con agua caliente para las tortugas marinas.
DB: En la actualidad, ¿cómo estamos en cuanto a la biodiversidad en Colombia?
KB: Somos un país megadiverso, no sólo hablando de fauna y flora. Con una gran riqueza cultural, gastronómica, paisajística, entre otros. Cada vez se descubren especies, pero también cada vez quedan especies sin descubrir, y muchas de las que en un momento se reportaron en el país ya ni siquiera existen. Hay mensajes esperanzadores porque de vez en cuando aparece una nueva especie, como pasó en la expedición a Anorí, donde se reportaron 14 especies nuevas para el mundo, pero esto es un caso atípico. En general, la pérdida de biodiversidad es evidente y crítica.
DB: ¿Cuáles son sus miedos a propósito de la preservación de la especie?
KB: Mis miedos es que sigamos sin entender la dimensión de no contar con la presencia de las tortugas marinas en Colombia, ¿Qué pasaría si ellas no están? No es un tema de importancia por bonitas, sino porque necesitamos que ellas estén vivas, las necesitamos para nuestra supervivencia. Ojalá nos despertemos demasiado tarde, ya nos esta cogiendo el día.
DB: ¿Cuál de las cinco especies de tortugas marinas que existen en Colombia está más en peligro?
KB: En el mundo tenemos siete especies, cinco de esas tenemos la fortuna, pero también la obligación, de contar con su presencia en Colombia. A nivel global y en Colombia, la especie que está más críticamente amenazada es la tortuga Carey (Eretmochelys imbricata). Básicamente, por ser bonita. Además de la sobrecosecha de carne y huevos, el cambio climático, la pérdida de hábitat, el plástico, la pesca incidental. Existe una pesca dirigida para el uso de su caparazón en artesanías, utensilios de cocina, las espuelas de los gallos y las uñas para tocar guitarra. Matan un ser milenario en segundos, para usar máximo una hora aretes, collares y pulseras, es una locura.
Pero es importante mencionar a la tortuga cabezona (Caretta caretta). Estamos frente a una extinción local, es decir, quedan muy pocos individuos en Colombia, seguro estará en otros sitios de distribución, pero ver una cabezona en Colombia, es un milagro, es un respiro al mar. Posiblemente en menos de 20 años, sólo la tendremos en las monedas de mil como un recuerdo. Es abrumador vivirlo, duele no encontrar soluciones. No estamos logrando librar la batalla por la vida.