Cuando lo paraba el Ejército y él mostraba su cédula no creían que era la misma persona de la foto. Pablo ya cambió su documento, un proceso tedioso, largo y costoso que le ha ayudado a sentirse más seguro consigo mismo. “Te sientes tú, ya no es como salir a tratar de mostrar otra persona sino mostrar quién eres”, afirma.
FOTO tomada por María Fernanda Vera
Para muchos ese documento es un objeto que resulta insignificante o poco relevante, pero para Pablo significa un paso más en el tránsito de construcción de su identidad y de la persona que quiere ser. “Yo siento que soy un hombre, no veo la necesidad de decir trans”.
Pablo Esteban explica que la disforia de género es sentirse incómodo con el sexo biológico que se tiene asignado. “Es darse cuenta que en realidad lo que uno necesita es el cambio físico”, sostiene. Para empezar el tránsito de género hay que pasar por varias etapas: “Lo primero que haces es ir al psicólogo, luego al psiquiatra y entre ellos dos diagnostican disforia de género”. Él decidió seguir su tránsito, cambió su vestimenta, con la ayuda de su novia, Sofía, quien lo acompañó a comprar su primera muda de ropa para hombre y las fajas para ocultar los pechos. También lo ayudó a escoger su nombre actual y a contarle a sus familiares y amigos. Con la asesoría de su endocrino, empezó a inyectarse un decanoato de testosterona para que su cuerpo tomara una apariencia masculina.
Contarle a la familia y hacerla parte del proceso es una de las cosas más difíciles de hacer durante el cambio. “Por más que trates de encontrar el momento perfecto no lo encuentras. Simplemente uno va lo dice y esperar cómo toman todo”, afirma Pablo. En este camino, la familia también debe afrontar un cambio pues la persona que conocieron y criaron está a punto de cambiar su forma física. Por esto, los padres de Pablo fueron a terapia y se comprometieron en el proceso.
Pablo se siente cómodo y satisfecho. Hoy, cuando se mira al espejo, es la persona que había soñado ser por muchos años. Por fin se reconoce y lo reconocen como un hombre. Su cédula, con el nombre de Pablo, es uno de los objetos que lo llenan de orgullo.
FOTO tomada por María Fernanda Vera