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  • Ana María Quintero - Katteryne Narvaéz García

[Investigativo] Padres adolescentes, ¿y la educación sexual?


Según el Ministerio de Salud en Colombia, una de cada cinco mujeres entre los 15 y los 19 años de edad está o ha estado embarazada y el 19,5% de ellas no es porque así lo haya decidido. Las últimas cifras de la Alcaldía de Bogotá muestran cómo Teusaquillo es una de las localidades donde se mantuvo un aumento progresivo de embarazos adolescentes en los últimos cuatro años.

**Ilustraciones: Katteryne Narvaéz García

Zaira Guzmán inició su vida sexual antes de los 18 años. Se preguntaba, para ese momento, por qué había chicas tan jóvenes con bebés. Su cuestionamiento no encontró una respuesta. A ella también le pasó. A los 17 años quedó embarazada y hoy es madre.

Es una mujer de estatura baja y más bien delgada. El cambio físico más notorio después del embarazo fue el ensanchamiento de sus caderas. Zaira tienes ojos color ámbar, una mirada acogedora y madura. Ella dice que la adquirió con el nacimiento de su hija.

En el año 2015 la chica cursaba el primer semestre de trabajo social. Mantenía una relación estable con su novio. Ella asegura que tomaba pastillas anticonceptivas: “Me encontraba planificando desde hacía un año y medio aproximadamente. En algunas ocasiones utilizaba otro método como el condón, no puedo decir que siempre, pero sí casi la mitad de las veces lo utilizaba”.

Las pastillas anticonceptivas tienen una efectividad del 98%, pero por ese mismo margen de error los ginecólogos y expertos como la OMS, en la tercera edición de las Recomendaciones sobre prácticas seleccionadas para el uso de anticonceptivos, así como el ginecólogo Germán Salazar Santos en una entrevista realizada por el periódico El Espectador, recomiendan usar un método anticonceptivo de respaldo no solamente para prevenir un embarazo sino para evitar una infección de transmisión sexual.

Zaira cuenta que recibió educación sexual de su madre, quien le explicó sobre los métodos de planificación, cómo tener relaciones sexuales seguras y lo más importante, le habló de la autonomía en la toma de sus decisiones, incluyendo su orientación sexual. De hecho fue su madre quien la llevó al médico de la EPS para que le enseñaran a planificar.

La muchacha estudió en varios colegios públicos y también privados, ubicados en las localidades de Engativá y Barrios Unidos. Ella relata que la educación sexual que recibió en estas instituciones no fue ni buena ni mala. Le hablaban de los temas de manera general. Se queda pensando y hace cálculos: en un año recibió diez clases en total sobre esa temática.

Según información del Ministerio de Educación en Colombia, hay un programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía que contempla tres módulos. Sin embargo, no es específico el número de clases que deben realizar los colegios sobre educación sexual. Zaira, quien hoy tiene 21 años, cree en todo caso que no fueron las suficientes.

Retoma su historia para decir que en un principio confundió las molestias que comenzó a sentir en su cuerpo con los cólicos menstruales. Por eso se desentendió del retraso y no le prestó mucha atención. Su pareja, que para ese momento tenía 18 años y ya trabajaba, la convenció de que se realizará una prueba de sangre y solo hasta recibir el resultado los dos confirmaron el temor, estaba embarazada. El paso siguiente, que los dos decidieron, fue enfrentar a los padres de ambos.

En la cabeza de Zaira la atormentaba el recuerdo de una conversación en la que su madre le dijo alguna vez que si ella llegaba a quedar embarazada no la iba a apoyar. La adolescente tenía miedo de enfrentar el momento. Estaba asustada, sin claridad sobre lo que vendría, pero enfrentó a su mamá. “Ella claramente se enojó, se puso triste, pero desde el primer momento me apoyó en todo ese nuevo proceso”, cuenta.

Marodri Polo, la mamá de Zaira, siempre trata de mantenerse arreglada. Su mirada refleja la misma fuerza que deja ver la de Zaira. Ella, de 40 años, es gerente de proyectos fílmicos y documentales. A pesar de lo que le había advertido a su hija, la respaldó una vez supo que estaba embarazada. La animó para que continuara sus estudios y además la ayudó con los cuidados de la bebé.

La joven madre hoy tiene 21 años, es trabajadora social y junto con el apoyo de su familia cría a su hija, Victoria. Cuando revisa en sus recuerdos lo ocurrido, concluye tajante: “me hizo falta acompañamiento sicológico”.

“Estaba emocionalmente mal, no sabía cómo aceptar esta situación porque yo sí quería ser mamá, pero como 10 años después y pues llegó a mis 17 años. No sabía cómo afrontar la situación con mi madre, apenas estaba iniciando mi carrera y en realidad era una niña muy pequeña, en edad, en forma de ser, en todo. Ser madre implica muchísimos aspectos. No me sentía preparada”, cuenta Zaira.

Para muchas adolescentes, el embarazo trunca su proyecto de vida, como explica Sandra Juliana Plata, psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana y directora del programa Mamá Canguro en el Hospital San Ignacio: “Cuando la mujer no planea ni desea el embarazo, puede llegar a ser traumático para ella y puede romperle todas las dinámicas”. Esta situación, acompañada de la presión de pares, burlas y castigos sociales, termina llevando a muchas niñas a retirarse del colegio, por eso es fundamental contar con acompañamiento psicológico.

La psicóloga aclara que muchas veces este apoyo no se da. “Cuando no hay acceso al acompañamiento, las familias hacen que la adolescente asuma esa decisión de haber tenido una relación sexual sin protección. Le asignan roles de cuidar al bebé, hacer el aseo de la casa, cocinar para todos los integrantes de la familia...etc”, agrega.

Un adecuado acompañamiento, más adelante, le permitirá a la madre aceptar el embarazo, explica. “Cuando llega una madre adolescente a programas del distrito, se le hace un cuidado sicológico, social y pediátrico obligatorio para cuidar al bebé y cuidarse a sí misma. Hay muchas consecuencias en las mujeres y en los bebés porque la condición de salud y el cuerpo de la madre fisiológicamente no está preparado para tener un bebé”, afirma Plata.

La adolescencia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiene tres etapas: la temprana, de 10 a 13 años; la media, que va de los 14 a los 16 años, y la tardía, de los 17 a los 19 años. El primer grupo no se caracteriza por tener una tasa alta de embarazos en comparación con las mujeres que están en las dos últimas etapas de la adolescencia, pero también se registran. De hecho, es el grupo que mayores complicaciones físico-biológicas tiene en el embarazo. “Muchas están en plena pubertad, están en pleno estirón de crecimiento, de estatura, de maduración del cuerpo, de calificación de sus cartílagos de crecimiento y de procesos complejos de la pubertad”, explica Gabriel Barbosa, Director del servicio de Ginecología y Obstetricia en el Hospital San Ignacio.

Cuando una niña entre los 10 y los 13 años queda embarazada, puede sufrir un riesgo materno alto, también el feto. Implica que al no haber culminado su desarrollo tiene mayor probabilidad de tener una pelvis estrecha, por lo que no puede tener un parto vaginal. Así mismo, la niña puede presentar desmineralización de su cuerpo. Según afirma Barbosa, más del 50% de la mineralización del cuerpo de una mujer ocurre durante esta primera etapa de la adolescencia, y si este proceso no se culmina de manera adecuada durante estas edades, no se terminará más adelante. “Entonces, es una mujer que toda su vida, cuando sea adulta mayor, va a tener predisposición a tener osteoporosis, fracturas patológicas de la cadera, de la columna”, explica el especialista. Agrega que se pueden presentar otro problemas como son la hipertensión inducida por el embarazo o la implantación anormal de la placenta.

En lo que tiene que ver con el feto, puede tener un desarrollo limitado, esto supone que sea pequeño para la edad gestacional o que haya restricciones de crecimiento intrauterino. Por otra parte, Barbosa añade que el “recién nacido de una adolescente menor es más propenso al abuso o al maltrato físico, sobre todo por irresponsabilidad, porque son niñas (mamás) criando un bebé. Y de ahí deriva toda la suerte de problemas y complicaciones tanto físicas, que no son tantas, como sociales y económicas de una persona”.

El grupo de adolescencia media y tardía (de 14 a 19 años) es el que tiene la tasa de embarazo más alta, y por lo general no presentan mayores complicaciones físicas en la gestación. “Desde el punto de vista físico, tienen un cuerpo preparado, por lo general adecuado. De hecho tiende a irles mejor en el embarazo, en el parto y en todo lo demás que a una mujer mayor, porque son jóvenes, sanas, fuertes. Son cuerpos muy resistentes”. Sin embargo, son menores para entender todas las complejidades sicológicas que significa ser madres a tan temprana edad.

Papá a los 17 años

Harold tiene 21 años, vive junto con sus padres y sus dos hermanas menores que él en el barrio Gustavo Restrepo, localidad Rafael Uribe Uribe. Su novia de 19 años, quien estaba estudiando en la universidad, quedó embarazada en el 2016 cuando él tenía 17 años y cursaba décimo grado de bachillerato en un colegio del Distrito en Mártires.

El joven cuenta que el único método anticonceptivo que utilizó con su pareja fue el condón. La escena de cómo se enteró que iba a ser padre la recuerda detalladamente: “Yo estaba en mi casa, ella llegó tipo 3:00 de la tarde. Entonces me miró a los ojos. Le pregunté: “¿qué pasó?”. Yo pensé que le habían robado algo, pero ella me respondió: “es que estoy embarazada”. Y me mostró la prueba. Quedé en shock por unos 10 minutos”.

Después de esto pensó en lo que le dirían sus padres y los de ella. Pensó en su vida y en el futuro, en lo que iba a cambiar abruptamente. “La carrera que yo quería me tocó posponerla, la libertad quedó restringida, también el hecho de trabajar a tan temprana edad o dejar mis entrenamientos”, enumera todo lo que cambió.

El colegio donde Harold estudió no le brindó apoyo para entender el momento que estaba viviendo, para enfrentar lo que es ser papá a tan temprana edad. “Y ningún colegio creo que lo haga”, dice. Asegura que nunca recibió educación sexual en la institución. Sin embargo, sí recibió el apoyo de su familia. “Cogieron el tema con más calma, lo tomaron como más fácil, lo tomaron más rápido”. No sucedió lo mismo en la familia de su pareja. “Allí no hubo apoyo. La echaron de la casa y todo”, situación que luego cambió.

En el 2018 Harold y su novia se fueron a vivir juntos. Pero a inicios del 2019 la pareja decidió separarse, no fue posible una sana convivencia. Hoy día Harold sigue respondiendo económica y afectivamente por su hijo que tiene 4 años.

Las acciones educativas

El plan académico de todos los colegios en Bogotá debe contar con un programa obligatorio de educación sexual, ya sea en forma de cátedras o charlas, y tiene la responsabilidad de enseñar el uso adecuado de métodos anticonceptivos a sus estudiantes. Sin embargo, la realidad es que muchos colegios no lo enseñan.

Aunque existe la Ley 1098 de 2006 que ordena a “los directivos y docentes de los establecimientos académicos y la comunidad educativa en general [...] orientar a la comunidad educativa para la formación en la salud sexual y reproductiva y la vida en pareja”, la Secretaría de Educación no hace una verificación exhaustiva de que se estén impartiendo estas cátedras o clases en los colegios públicos y privados, por lo que se dificulta la aplicación del plan de educación sexual en instituciones escolares.

La sicóloga Sandra Plata advierte que por la no implementación de los programas, muchos jóvenes no tienen la suficiente claridad sobre los métodos anticonceptivos y entonces deciden no usarlos cuando van a tener relaciones sexuales.

“Para tomar la decisión de tener una relación sexual y además usar el método anticonceptivo, bien sea para prevenir un embarazo o una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS), es necesario reforzar el autocuidado y la autoconciencia de los niños y niñas. Se debe tener claridad de lo que implica tener relaciones con o sin protección. Los jóvenes en los colegios están recibiendo información con respecto al uso de métodos anticonceptivos, los conocen, y muchas veces toman la decisión de tener relaciones sexuales sin protección, a pesar de esto”, explica la psicóloga.

Ella también explica que abunda la desinformación entre los muchachos. Algunos creen en mitos familiares como tomar Coca-Cola con Alka Seltzer después de la relación para evitar un embarazo o realizarse un lavado vaginal con refrescos como Mountain Dew o similares, ya que supuestamente, debido a su alto contenido de cafeína, inhiben a los espermatozoides. “Increíblemente creen que con esto se evitaría el embarazo”, dice Plata.

También, existen mitos comunes que rondan entre los adolescentes, uno de los más conocidos es “la retirada”. Este consiste en que el hombre debe retirar sus genitales de la vagina antes de eyacular. Este método es riesgoso, ya que la realidad del líquido preeyaculatorio es que también contiene espermatozoides, poniendo en riesgo de embarazo no deseado a la pareja. Los jóvenes también creen que si la mujer es virgen no tiene riesgo de quedar embarazada, o que si el hombre se masturba antes de tener la relación sexual, bajará el porcentaje de riesgo del embarazo. No existe estudio científico que pruebe estas acciones como ciertas.

Para prevenir el embarazo adolescente de una manera responsable, la psicóloga Plata recomienda a los padres e instituciones abordar el tema directamente y de forma transparente. “Es necesario establecer unos negociables y hay unos no negociables. La prevención tiene que ver con el manejo de la sexualidad, la autoestima. Los estudios muestran que si una mujer queda embarazada a los 15, puede llegar a tener cuatro o cinco hijos a los 20”, complementa.

En este punto coincide el ginecólogo Barbosa: “Si uno mira los países que no tienen problemas de embarazo adolescente, de embarazos no planeados, es que hablan de la salud sexual y reproductiva al mismo nivel que se habla de fútbol. Y lo otro es un buen acceso a personal de salud entrenado, no necesariamente ginecólogos”, comenta.

Lo que dicen las cifras

El embarazo adolescente de niñas entre 10 y 19 años se ha venido reduciendo desde el año 2007 en Bogotá. Sin embargo, como lo muestran las gráficas 1 y 2 en el 2018 se presentaron 274 casos de niñas embarazadas entre los 10 y los 14 años y 10.675 casos de niñas embarazadas entre los 15 y 19 años. Una cifra que sigue siendo alta si tenemos en cuenta que es delito tener relaciones sexuales con un menor de 14 años según la Ley 599 de 2000 del Código Penal Colombiano.

Dentro del sistema de salud, cuando un médico debe atender a una menor de 18, embarazada, se debe realizar una consulta en la cual se le debe preguntar por su salud física y emocional. Si es mayor de 14 años, deben preguntarle si desea continuar con su embarazo, y si la respuesta es negativa, se puede interrumpir voluntariamente. Ello amparado en uno de los tres casos aprobados según la sentencia de la Corte Constitucional colombiana C-335.

En caso de que se decida continuar con el embarazo, se le inician los protocolos para el control prenatal y la futura madre debe solicitar control por sicología y trabajo social. Si la niña embarazada es menor de 14 años y el responsable es mayor de 18, se sospecha violencia sexual y el caso debe reportarse al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) o a una Comisaría de Familia.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que cerca del 2% de las mujeres en edad fecunda en América latina y el Caribe tuvieron su primer parto antes de los 15 años, destacando a la región como la única en el mundo en la que el embarazo por debajo de esta edad presenta una tendencia ascendente. Esta situación reduce y limita las posibilidades educativas de las niñas madre, profundizando y extendiendo el círculo de pobreza de manera generacional.

Por otro lado, como muestra la gráfica, los embarazos adolescentes en la localidad de Teusaquillo han tenido una tasa de fecundidad que no ha disminuido a lo largo de 11 años. Así, en el año 2018, se presentaron 69 embarazos de niñas de 14 a 19 años y 7 de niñas entre 10 y 14 años. Según el Programa Distrital de Prevención y Atención de la Maternidad y Paternidad Tempranas, el porcentaje de jóvenes que en la localidad usan algún algún método anticonceptivo para postergar el embarazo es del 65,7%, uno de los porcentajes más bajos en Bogotá ocupando la posición número 17 de 20 localidades.

La presión social

Luisa* es una chica sonriente. Cuando lo hace se le forman pequeños hoyuelos en sus mejillas. Tiene ojos color café oscuro que a veces parecen negros. Se maquilla poco y sus ojeras son visibles. Su mirada y su hablar son tranquilos y no se turba cuando tiene que contar la historia de su embarazo.

Vive actualmente en la localidad de Teusaquillo y quedó embarazada cuando tenía 17 años y su pareja 16. Ella se encontraba cursando undécimo grado y no se dio cuenta de que estaba embarazada hasta cuando tenía tres meses. Su ciclo menstrual era irregular y demoró en sentir las molestias. Cuando aparecieron las nauseas, poco apetito y bastante sueño, le contó a su madre quien compró la prueba casera. Así confirmaron ambas el estado de embarazo.

Luisa dice que su educación sexual fue escasa, en su colegio distrital no recibió ningún tipo de orientación sexual y en su hogar se trató muy poco el tema. Lo consideraban tabú, revela ella. Solo conocía el condón como método anticonceptivo y lo supo por conversaciones con sus amigas. A la joven tampoco le ofrecieron ningún método anticonceptivo gratuito. Según la OMS, para el 2014, los jóvenes debían tener acceso a información científicamente correcta, así como una orientación que les indique que pueden acceder a los métodos de anticoncepción sin permiso de sus padres o tutores.

Cuando Luisa tuvo que contarle a su familia sobre el embarazo, se afectaron emocionalmente, pero todos, al igual que su pareja, la apoyaron.

Pese a todo, la realidad se impuso. Luisa abandonó sus estudios. Solo cuando el bebé cumplió seis meses retomó el colegio: “Una persona me hizo bullying cuando llegué al colegio para terminar mi once. No me quería dejar estudiar y me dijo que mejor me quedara en la casa, que criara a mi hija y que ya cuando mi hija fuera más grande, ahí sí pensará en estudiar”, cuenta.

A pesar de todo, terminó el colegio y estudió gestión administrativa en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). “Pienso que una chica en embarazo necesita apoyo. Que la familia la apoye más que todo, que no la defrauden, no la dejen sola. Que no le impongan presión a las chicas que están en esa situación”.

Y se refiere a ello con absoluta propiedad porque aunque recibió el apoyo de su entorno social más cercano, no estuvo alejada de las presiones sociales que puede generar un embarazo adolescente.

Falta hacer más

El embarazo adolescente es un problema con muchas caras. Una de ellas es que a pesar de que las tasas de fecundidad bajan entre adolescentes, no se lleva un registro de la ayuda psicológica brindada a las jóvenes que estuvieron o están embarazadas.

Según un informe de la Contraloría sobre la aplicación del Programa Distrital de Prevención y Atención de la Maternidad y Paternidad Tempranas del 2017, la gestión de la administración distrital por reducir a cero los embarazos en niñas menores de 14 años no presenta resultados tangibles y tampoco cuenta con un presupuesto específicamente asignado para hacerle frente al problema.

Un aspecto que comparten los testimonios de Zaira, Luisa o Harold es que la educación sexual impartida en los colegios fue escasa o nula y, según la OMS, es lo que puede frenar la tasa de embarazos adolescentes en los países.

*Se cambiaron los nombres por proteger su identidad.

 

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