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[Revista impresa] El fanzine en Bogotá: una escena desconocida y perseverante

Por: Nicole Cano // Revista impresa


Los hay grandes, pequeños, a todo color o blanco y negro; ilustrados, literarios, humorísticos, contestatarios… Los fanzines son de muchos tipos, y casi tan diversos como sus autores. Directo Bogotá habló con algunos de los principales promotores capitalinos de este medio impreso alternativo.

FOTO: La Maleta Fanzinera. Visitantes en la exposición de zines La Maleta Fanzinera.

La palabra “fanzine” nace de la unión de fan y magazine. Se trata de un tipo de publicación editada por aficionados: personas o colectivos que no hacen parte del sistema de las grandes editoriales, pero que desean compartir sus intereses con otros. El término fue acuñado por Russ Chauvenet, un biólogo y ajedrecista estadounidense al que le gustaba escribir historias de ciencia ficción y que en 1940 lanzó la publicación Detours, bajo el término de fanzine.


Andrés “Frix” Bustamante, artista plástico colombiano que desde finales de los noventa se ha dedicado a la producción, recopilación y divulgación del fanzine, cuenta que el auge mundial de este fenómeno se dio con el punk y la escena contracultural de la música de los años setenta en Inglaterra. En Colombia llegó en los años ochenta, específicamente a Medellín. Para las bandas de rock y punk, el fanzine era la manera de promocionar su música y de generar un diálogo político alternativo.

FOTO: Volante de la tercera edición del Bogotá Fanzine Fest. Por: Juan Sebastian Chamorro.

Bustamante también es el autor de A la postre subterránea, una novela gráfica que reúne la historia del fanzine colombiano entre los años ochenta y el 2000. El texto recopila publicaciones como Mal gusto, Sudaka, Santa bisagra, Puta vida, Visión rockera, Nueva fuerza, Chapinero y Subterráneo fanzine, entre muchos otros títulos. Estos fueron recogidos mediante una investigación apoyada por Idartes y por el taller de fanzines A la postre 101. El libro fue la culminación de un proyecto que empezó en 2014 con la edición de un documental y una exhibición artística que incluía fanzines, panfletos, dibujos, afiches, casetes y vinilos.


Según cuenta Andrés, todo surgió de manera espontánea, pues siempre le ha gustado coleccionar este tipo de publicaciones, que para él son únicas. El proyecto nació de un trabajo de producción y divulgación que venía haciendo hacía años, especialmente desde la fundación en 1998 de la Editora Chunga, una plataforma autogestionada para la edición y circulación de fanzines en Bogotá.

Hoy se conoce como el 101LAB. Andrés manifiesta que este espacio existe para “generar redes y conocer gente a la que le interesan este tipo de publicaciones, pero también para desaburrirnos, pasarla bien, especular y rajar de lo que no nos parece o nos confunde”. Ahora mismo, Andrés se encuentra trabajando en un blog en el que se encontrarán, catalogados y disponibles para la consulta, los fanzines producidos y recopilados por el 101LAB.


Como el 101LAB, en los últimos 10 años han surgido numerosos proyectos en Bogotá que se inscriben en los diferentes frentes de la escena fanzinera: formación, producción, edición, impresión, divulgación y distribución. Esto demuestra que a pesar del carácter underground de este tipo de publicación, en oposición a lo convencional o a la cultura popular, la escena del fanzine bogotano no deja de crecer.


Uno de estos proyectos es el Instituto Bogotano de Corte, una organización de educación no formal fundada en 1977 por el médico cirujano Pompilio Martínez. Su fin era reunir a las personas dedicadas a los oficios del corte, como la costura, la carnicería, la rotulación, el stencil o estarcido, el patronaje y la peluquería, entre otros. Desde el año 2018, el instituto ha estado trabajando en la producción de fanzines como una herramienta educativa para la liberación de información científica, cultural y artística. Por esto, cuenta con algunas iniciativas de divulgación y formación en torno al fanzine.

Por ejemplo, lanzan un nuevo fanzine cada martes a las ocho de la mañana (y esto incluye la repartición gratuita de 30 copias del número). Otra iniciativa es el laboratorio de fanzine, en el que un colaborador es invitado a realizar un fanzine con herramientas básicas como revistas, tijeras y pegante en barra durante una sesión de dos o tres horas. Estas actividades han sido pausadas a causa de la pandemia, pero reemplazadas por una serie de transmisiones en vivo en Instagram, denominadas “Archivo de fanzines”: un invitado reseña sus 10 fanzines favoritos y las anécdotas alrededor de los mismos.


Diseqtiva, Emptyboy y StinkFish, los artistas que conforman la mesa directiva del Instituto, destacan del fanzine su carácter global y su potencialidad para “llegar de mano en mano a lugares y personas de contextos distintos, debido a su condición gratuita y manufactura barata”. Así, el fanzine no solo es una plataforma para generar redes de trabajo y colectivos a nivel local, sino que es una herramienta para expandir esas redes fuera de los límites regionales.


Un ejemplo de esto es La Maleta Fanzinera, de la ilustradora y coleccionista de zines Catalina “Rapiña”. Este es un proyecto dedicado a la divulgación del fanzine que nació hace casi cuatro años como una exposición en Perú en la que algunos amigos fanáticos del fanzine juntaron sus colecciones. Al regresar a Colombia, “Rapiña” decidió unir su archivo personal con algunas donaciones de amigos y desde entonces La Maleta no ha dejado de crecer.


Como ilustradora, “Rapiña” decidió apostar por el fanzine porque aunque no es una actividad rentable, es una buena forma de dar a conocer su trabajo: “Ha sido una escuela para saltar a la publicación de libros con editoriales”, afirma. Además, cree que la importancia del fanzine es “poder contar el lado B de la historia, visualizar otras culturas y pensamientos que no son contados en medios tradicionales”.

FOTO: Exposición de fanzines de la colección rodante La Maleta Fanzinera. Por: La Maleta Fanzinera.

Por esta temporada, las exposiciones de La Maleta se han cancelado, pero su archivo es accesible en Instagram. Además, Catalina afirma que si bien no se han podido hacer encuentros presenciales, la movida del fanzine sigue activa a través de redes sociales; allí se están gestando proyectos, lanzando nuevos fanzines y realizando charlas y convocatorias. En efecto, cada época tiene sus propios medios, y si bien el fanzine clásico es ese hecho con pegastic y fotocopias, en este momento hay otros recursos digitales, gráficos y técnicos que están siendo centrales en esta temporada de encierro.


Es así como nació el Taller Colmillo, a raíz de un interés por la experimentación con el papel, los formatos y las distintas técnicas de impresión, como serigrafía, offset, risografía y fotocopia. Hace siete años, Daniela Mesa y David Castro unieron fuerzas para fundar el taller y se han dedicado primordialmente a la impresión de fanzines y otros proyectos editoriales autogestionados. Este género de publicaciones permite a los creadores “salirse del formato clásico del libro para empezar a experimentar más con papeles, tintas, formatos, imágenes y discursos; si una editorial oficial [los] tuviera que publicar, les pondría bastantes filtros antes de lanzarlos al mercado”, dice Daniela.


Aunque el inicio de la pandemia fue difícil para Taller Colmillo, pues tuvieron que cancelar todos los eventos planeados y aplazar los talleres, no se han quedado quietos y se encuentran trabajando en dos fanzines que pronto verán la luz. “Uno se llama El fin del mundo, donde tuvimos participación de 80 ilustradores. Está en producción y esperamos lanzarlo lo más pronto posible. La otra convocatoria fue para recopilar trabajos y relatos de mujeres en el punk. Recibimos más de 200 propuestas, que tuvimos que leer y escoger. Fueron tantas cosas buenas que hay buen material hasta para 4 fanzines del mismo tema; este proyecto igual lo estamos trabajando y produciendo”.


Para completar el panorama general, está el Bogotá Fanzine Fest, fundado por Laura Morales y Juan Sebastián Chamorro. La idea se gestó en un viaje de mochilero de Chamorro, en el que asistió al Buenos Aires Fanzine Fest: “Me quedó sonando la idea y al regresar a Bogotá le propuse el proyecto a Laura. Empezamos a trabajar en la logística de crear un festival: conseguir colectivos que apoyaran el evento, gestionar los espacios y plantearnos maneras de sostenerlo”.


En su primera edición, llevada a cabo en 2018 en la Biblioteca Virgilio Barco, el Bogotá Fanzine Fest tuvo sobre todo intercambio de zines; la idea era que los asistentes llevaran su material para vender, regalar o intercambiar. Pero las actividades del festival se han ido ampliando en cada una de las tres ediciones que se han realizado. En la última contaron con la feria como evento central, acompañado de talleres ofrecidos por los colectivos participantes, charlas, exposiciones de zines y micrófono abierto para quien tuviera algo que compartir o para quien quisiera promocionar su proyecto.


Este año, Juan Sebastián y Laura aún están decidiendo si habrá festival o no. En temporada prepandemia solía celebrarse en los últimos días de septiembre, pero para ellos parte importante del fanzine es su distribución en papel y mano a mano. Sobre esto, Juan Sebastián ha dicho que esta temporada de pandemia y virtualidad hizo que empezara a plantearse una transición de lo físico a lo digital, pero se pregunta si el fanzine sobrevivirá a esta transición o si derivará en un nuevo tipo de publicación.

FOTO: “Frix”, artista plástico colombiano y experto fanzinero. Por: Andrés “Frix” Bustamante.

Respecto a la naturaleza física del fanzine y su paso a lo digital, hay opiniones divididas. Hay quienes, como Juan Sebastián, lo prefieren en papel, y otros, como “Rapiña”, que han empezado a expandirse hacia la virtualidad. La respuesta a cuáles serán los soportes del fanzine futuro o si seguirá siendo lo que es hoy es incierta. Pero hay algo cierto: a lo largo de su historia, el fanzine se ha caracterizado por su variedad, que le permite llegar a públicos diversos y mantenerse vivo, en constante crecimiento. En ese caso, puede que la virtualidad sea una oportunidad para el fanzine bogotano de llegar a nuevos públicos y seguir expandiéndose.


Entonces, ¿qué se necesita para hacer un buen fanzine? Estos expertos fanzineros coinciden en que el mal fanzine es el que no se hace, y un buen fanzine es todo aquel que plasma las ideas, los pensamientos y el sentir del autor. Así que si tiene algo que decir o quiere compartir sus intereses con otros, no lo dude más, y, como dice “Frix”: “¡Hágale!”.

 

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