Por: Laura Vélez Hernández // Fotoperiodismo
Después de haber estado casi seis meses confinados a causa de la cuarentena, las personas empiezan a buscar lugares al aire libre para escapar de sus cuatro paredes. Muy cerca de Bogotá, a propósito, se esconde la joya natural del páramo El Zoque, que recibe a los visitantes con su verde abundante y refrescante.
A hora y media de Bogotá, en la vía Guasca-Gachetá, se encuentra la reserva natural El Zoque: un páramo repleto de colores y texturas donde es posible olvidarse de la agobiante rutina por un tiempo. Ahí el viento y el frío dejan de ser meros elementos del ecosistema y se convierten en los mejores aliados para aliviar la aumentada temperatura corporal producto del ejercicio de la subida.
Durante el recorrido es posible ver todo tipo de formas y tonalidades, y se hace evidente la simetría perfecta de la naturaleza al recorrer esos senderos que albergan centenares de especies. Existen allí varios tipos de orquídeas, musgos, hongos, frailejones, flores y frutos silvestres; también distintos nacimientos de agua, esenciales para mantener el balance del ecosistema. La quebrada El Uval, que baja por entre las piedras del páramo —en últimas, agua que será retenida por el musgo y los frailejones—, fluye permanentemente en el ecosistema. Todo esto hace de este espacio un hábitat muy rico y diverso.
El aire es puro y fresco, y, por recomendación de Óscar (el guía local), la subida se disfruta mejor sin tapabocas. Esto es fundamental para alcanzar aquella conexión especial con el lugar. Es cierto que cada uno decide cómo relacionarse con la naturaleza, y El Zoque ofrece un sinfín de posibilidades para hacerlo:
desde tomar el agua manantial que nace del páramo o meterse a la quebrada helada para sentir la corriente hasta caminar descalzo por entre piedras, lodo y musgo. Este vínculo natural único permite al visitante olvidarse, al menos por unas horas, de que el encierro existe.
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