Juan Moreno - Mateo Correa // Periodismo Digital
En este especial recopilamos las voces de algunos seguidores del tradicional duelo entre Santa Fe de Bogotá y América de Cali para que nos contaran lo que significa ser un hincha de los equipos más importantes del país.
FOTO: Hinchada Santa Fe. Tomada por: Juan Moreno y Mateo Correa.
El pasado viernes 21 de febrero los amantes del fútbol colombiano tenían en la cabeza que aquel día no iba a ser normal. Había uno de los clásicos más importantes en nuestro país, el verdadero clásico de rojos reunió a los ‘leones’ frente a los ‘escarlatas’ por la sexta fecha de la Liga BetPlay. Este añejo enfrentamiento llenó cada una de las tribunas del mítico Nemesio Camacho El Campín, pero sobretodo, colmó de mucha incertidumbre y anhelos a cada uno de los asistentes que sienten este partido como algo especial; que sienten que su día no fue normal porque desde pequeños les inculcaron un amor profundo detrás de los 22 jugadores que salen a la cancha a defender los colores de sus respectivos equipos.
El clásico rojo sorprendió a los amantes del fútbol no solo por la gran cantidad de enfrentamientos que refleja en su contexto histórico sino también por su horario poco habitual para un partido clase A que se programó un viernes por efectos de la Dimayor. Ante cualquier obstáculo de fecha y horario, casi 20 mil espectadores llenaron las tribunas. La voz popular siempre ha dicho que la hinchada escarlata ha tenido mayor cantidad de seguidores que los cardenales, pero aquel viernes no se vio así; pues las camisetas que más se veían eran las de Santa FE y bajo el unísono del himno de Bogotá, los hinchas cantaron: “… nuestra voz la repiten los siglos: Santa Fe, Santa Fe, Santa Fe”.
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A las 8:10 p.m el juez antioqueño Óscar Gómez, bajo el gran sonido del pitazo inicial, abrió las puertas para una noche de buen fútbol lleno de tradición colombiana. En ese punto, es interesante recordar que de hecho el hombre que pisó la luna vino a visitar el Estadio Nemesio Camacho El Campín. El partido transcurrió con los primeros minutos en total normalidad, mientras, no solo los jugadores sino también la hinchada estuvo entrando en calor poco a poco. Las emociones no cesaban; silenciar los dispositivos móviles que transmitían el partido, llevaba a escuchar un panorama brillante de cánticos de cada una de las barras, quienes vivían su propio partido y alentaban sin descanso a su equipo.
Fue hasta el minuto 32 cuando el estadio se silenció mientras el balón cogió una trayectoria que pareció impenetrable en su dirección y potencia; para los ‘cardenales’ el claxon de la barra 25 no produjo ningún aire, mientras ese sonido incómodo que se asemeja al de una campana cuando el balón pegó en el palo y Santa Fe respiró junto a su hinchada y ocasionaron en conjunto ese aliento de alivio que pocos han sentido ante una oportunidad así. Fue el elemento perfecto para que Santa Fe pudiera despertar y a partir de allí, el juego se empezó a inclinar al equipo capitalino y la gente comenzó a sentir lo mismo desde las tribunas.
Dicen que ser hincha de Santa Fe es haber nacido condenado al sufrimiento, pero también, aquel sufrimiento agónico siempre ha hecho que las victorias tengan un sabor a épica historia medieval, cada sabor diferente es el descanso de sufrir ante los 90 minutos que siempre depara un hincha cardenal. Y aunque este clásico de rojos no definía en lo deportivo algo importante, si definía ese ego de un hincha que levanta la cabeza en su trabajo o universidad tras una jornada victoriosa de su equipo amado. La fiesta estaba en las tribunas mientras comenzaba el segundo tiempo. Entre tanto, el ocaso llegaba y en 45 habría una alegría para alguna de las dos hinchadas.
Santa Fe fue el ejemplo perfecto de que las charlas del medio tiempo son benditas; salió al campo con otra cara y le bastó 5 minutos para que el goleador Diego Valdés pusiera a levantar a todos los hinchas cardenales bajo un único grito de gol entre la tribuna y los jugadores. Cada seguidor sacaba un grito desde adentro del alma y se abrazaron con la persona que estaban a su lado sin importar si era un viejo amigo o un miembro de la familia cardenal que apenas conocían. Pero tan solo 10 minutos después volvieron a sentir ese afecto familiar cuando Valdés volvió a marcar y puso el 2-0 a favor de Santa Fe, mientras la ilusión de los hinchas escarlatas se iba desvaneciendo y en sus rostros la desazón no se podía ocultar.
Llegó el pitazo final y El Campín se levantó en aplausos para el equipo cardenal, quienes reflejaban en sus brillantes ojos una felicidad profunda por haber ganado el clásico de rojos y que sin duda les otorgó una sonrisa monumental de regreso en cada uno de sus hogares. Sin embargo, el fútbol es el mejor ejemplo del panorama que vive un ser humano con sus estados de ánimo; la otra cara de la moneda estaba enfocada en los hinchas de América de Cali, pues para ellos la gran noche de ver a su equipo tan cerca no se sustentó con el rendimiento del mismo y lentamente fueron desocupando las gradas del ‘Coloso de la 57’. Fue una noche llena de emociones para todos los hinchas y se siguió demostrando por qué el clásico de rojos sigue siendo uno de los partidos más importantes del país.
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