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  • Manuela Cano Pulido //

"Lo que hoy llamamos Colombia fue el fruto de una frustración": Enrique Serrano


En el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), Enrique Serrano, filósofo y escritor colombiano, lanzó su más reciente libro titulado Guerras Ajenas. El autor, quien actualmente es profesor en la Universidad del Rosario, cuenta con más de siete publicaciones entre las que se encuentran ¿Por qué fracasa Colombia? y La marca de España. Esta última fue galardonada con el premio Juan Rulfo en 1996.

Directo Bogotá habló con el escritor sobre su nuevo libro, su pasión por España, el momento actual de ese país, y de la amnesia colectiva que suele caracterizar a la sociedad colombiana.

FOTO: Enrique Serrano quien afirmó que “el pueblo colombiano rehuye a hablar del pasado”.

Directo Bogotá (D.B): ¿Por qué el título de ''Guerras Ajenas''?

Enrique Serrano (E.S): El libro se llama Guerras Ajenas porque en la Nueva Granada en 1819 nadie estaba en guerra ni comprometido con las ideas de la Independencia como las entendía Bolívar o Miranda. Yo siempre he sostenido que Colombia es una especie de "isla" y en esos tiempos de aislamiento era mucho más claro. Las ideas llegaban tarde, todo era asimilado de manera muy lenta, muy pausada. Por tanto, las ideas grandiosas de la independencia eran rarísimas. Para la mayor parte de los neogranadinos esas guerras venían de afuera y la idea de revocar al rey era absurda, no se le ocurría a nadie: de fuera vinieron las ideas y de fuera vinieron los ejecutores de esas guerras.

D.B: ¿Era ese pensamiento propio de la Ilustración ajeno a los colombianos de entonces?

E.S: Sí. Era un pensamiento que ahora se vende como si lo tuviera una gran parte de la población, cuando no lo tenía casi nadie. Yo siempre he destacado el hecho de que cuando nosotros declaramos la independencia ya hace por lo menos tres años que España había sido invadida por Napoleón. El Rey estaba en el exilio. Las independencias americanas fueron declaradas cuando España estaba en su peor hora, cuando ella misma estaba luchando por su propia independencia. En realidad, era mucho más valioso conservar México, Cuba, Dominicana o el Perú que conservar Colombia.

D.B: Sin embargo, eso que usted dice no sale en los libros de historia en los colegios, ¿cuál sería la importancia de ver de otra forma la historia y de contarla de otra manera?

E.S: La verdad es que vemos la historia como la vemos porque era necesario un mito fundacional. Una especie de gran proeza, una cuestión heroica de la creación de una nación nueva, pero en realidad la nación no fue creada. La gente confunde 1819 con el nacimiento de Colombia, pero en realidad los colombianos ya habían nacido hacía siglos. Luego, la gente siguió siendo como era, solo que ahora tenía el deber de construir un Estado Nación independiente, lo cual fue algo muy lento, muy dramático. La idea de una nación, en el sentido occidental del término, solo se origina en la mitad del siglo XX. Eso es una cosa que yo creo que los libros de historia deberían exponer. Habría que decir que la nación se formó cuando hubo radio, carreteras, y un proyecto nacional, aunque no completo, porque sigue estando incompleto. Eso no tiene sino 100 años máximo.

D.B: Muchos de sus libros tratan de España, ¿de dónde viene ese interés?

E.S: La verdad es que siento un aprecio extraordinario por la lengua española y por la hispanidad, no solo la españolidad. Habría que distinguir ser español de ser hispánico. Yo siempre me he sentido muy orgulloso de ser hispánico y de la lengua española, de sus valores y sus posibilidades. En todo caso, habría que decir que algunos me han acusado de supremacista hispánico, defensor de la hispanidad ideal, pero no así. Yo sé que España y la hispanidad están llenas de llagas, imperfecciones y contradicciones, pero eso es lo que somos. Renegar de eso es una estupidez y un acto casi, voy a ser muy fuerte al decirlo, de cobardía: es no enfrentar lo que en verdad somos. No tiene sentido seguir con esa autoflagelación propia de una leyenda que en muchos aspectos es falsa e injusta.

D.B: ¿Lo anterior puede basarse en una amnesia en la que vivimos los colombianos?

E.S: Sí. Además, es una amnesia provocada, una amnesia relativamente artificial. Yo digo que el pueblo colombiano rehuye al hablar del pasado. Lo que hoy llamamos Colombia fue el fruto de una frustración. Decepcionó a los conquistadores porque no tenía el oro que prometía; decepcionó a los colonizadores porque era un lugar humilde en donde se podía vivir bien, pero no ofrecía riquezas mayores ni posibilidades de grandes aventuras; y cuando Bolívar le da la independencia, todo el mundo despreciaba a la Gran Colombia recién nacida.

Es como esas muchachas que han sufrido varios desplantes muy grandes y están un poco inseguras con su propio ser, incluso ya no sobre su belleza sino sobre sí mismas. Así es Colombia: un país despreciado a pesar de sus potencias, no pudo desarrollar auténticas potencialidades. No ha sido ni tan brillante como Argentina ni tan grande como Brasil ni tan histórico como México, es como una nación de segundo plano.

D.B: ¿Podría ser la literatura una manera en que los colombianos se reconozcan y lean su historia de una forma diferente a como se ha hecho hasta ahora?

E. S: Sí, porque la literatura es un abordaje indirecto en este caso de la realidad y, por tanto, de la historia. La historia es un conjunto de relatos o, más bien, la historia es lo efectivamente acontecido, pero como nadie la puede atrapar de un modo absoluto, quedan los relatos y todos esos relatos son parciales. La literatura brinda la oportunidad de completar pedazos de esos relatos parciales.

D.B: En sus libros se puede ver que España, al igual que Colombia es una mezcla, aun cuando las personas hablen de una sola España...

E.S: Hasta el siglo XVII se hablaba de las Españas, en plural. Era distinto ser andaluz, que castellano, que vasco, etc. Incluso esos problemas no los han podido resolver los españoles de hoy. Si eso es tan grave en España, casi un mal nacional, imagínate en América que es además mezclada con aborígenes, con grupos de esclavos. Todo eso son cicatrices que han quedado en los americanos.

D.B: Sobre España, ¿esto podría explicar sus divisiones de hoy en día?

E.S: Las Españas eran ya muy distintas en la Edad Media. La España del sur, era ilustrada; mientras que la del norte era bárbara. La Reconquista lo que hizo fue imprimir una parte del espíritu del sur en el norte, pero al mismo tiempo destruir el sur. España también se vapuleó a sí misma ferozmente. Durante el siglo XVI fue el mayor poder del mundo y en el siglo XVII, el llamado “Siglo de Oro”, fue muy onerosa, pero en los siglos XVIII, XIX y XX la propia España cayó en el desarraigo más terrible. Esa ruina y pérdida de identidad que la España naciente sufrió afectó también a sus colonias.

D.B: ¿Es el posconflicto un momento en el que se ha abierto la posibilidad para mirar hacia atrás?

E.S: El posconflicto es importantísimo para las personas jóvenes, pero para nosotros, los más viejos, no. Es una cosa que se hizo a partir de las voluntades de unos grupos marxistas radicales que en los sesentas pensaron que tenían que hacer la guerra. Pero mientras tanto, hasta el propio modelo marxista que ellos defendían se desgastó.

Es como llegar a una conferencia de aquí (la FILBo) con una agenda de hace 25 años: ya no funciona. Por eso en el posconflicto, hay una parte grande de la población, que fue además la que votó por el No, los que votamos por el No, que no creíamos en eso.

Firmen los pactos, pero háganlos de manera que se haga una contrición con la sociedad, pues “ustedes hirieron a la sociedad y no están pidiendo perdón, ni están interesados”. Es una voluntad de una élite, sobre todo una élite bogotana, de hacer una reconciliación que probablemente no sea negativa. No digo que eso sea negativo, pero en la que la que mayor parte de la gente no cree, y para que en Colombia se crea en algo, se necesita un cierto tiempo de asimilación. Yo creo que el posconflicto sí va a ser importante en el 2030. La asimilación de las ideas que supone el posconflicto, de reconciliación y convivencia, es una cosa lenta y se va a ir dando en los años por venir.

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