―Me siento feliz porque todo el mundo me apoya ―dice Ana Teresa Torres mientras mira un diploma que recibió de un profesor de la Fundación Universitaria San Mateo. Para ella, pensar en el objeto más preciado que conserva es algo complejo. Sin embargo, de todo lo que guarda en su casa, escogió este diploma porque es un reconocimiento a los 68 años que lleva haciendo chicha en La Perseverancia.
FOTO tomada por Juan Francisco Vargas
La chicha siempre ha estado en su vida. Cuando era una niña, desayunaba mogollas y un vaso de chicha. Desde sus diez años empezó a ayudarle a su abuela a moler el maíz para hacer la bebida. Su madre continuó con el negocio y hoy en día ella es quien sigue con la tradición familiar. Ahora tiene 78 años y una de sus hijas le ayuda en el proceso de elaboración de una de las chichas más famosas del barrio.
Según Doña Tere, como es conocida, ya no quedan más de cinco mujeres que hagan chicha tradicional en La Perseverancia. Pero dice que hay muchas personas que han entrado al negocio a aprovecharse de la fama que ella, y otras mujeres, han cosechado. Recuerda cuando funcionarios de Bavaria iban al barrio a regar la chicha por las calles cuando era ilegal. Cuenta que La Perseverancia es, y siempre ha sido, un barrio obrero y que la chicha es una de las luchas que han tenido que afrontar.
Aunque dice que los años le pesan (ha pasado por tres cirugías en la tiroides y su escucha empieza a fallarle), Doña Tere sigue atendiendo a profesores, periodistas y extranjeros en su casa, la misma que compró su abuela por 150 pesos. No solo vienen a buscar su chicha, sino también a escucharla hablar sobre la historia del barrio, la cual ha vivido y de la cual ya es protagonista. Dice que el secreto para una larga vida es su chicha. Incluso hoy, es su bebida preferida. Por algo, dice ella, su abuela vivió más de cien años. Y lo que espera ella es seguir haciendo chicha hasta que Dios se lo permita.
FOTO tomada por Juan Francisco Vargas