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[Revista impresa] Violencia, identidad y cultura popular: literatura de terror en América Latina

Texto por: Manuel Alejandro Silva Correa // Revista impresa

Fotos: Archivo particular


La cultura popular, la violencia y la muerte son elementos que conforman la literatura de terror que se está produciendo en América Latina. Esta tiene poca tradición en Colombia, aunque son cada vez más los lectores que se interesan en navegar el género y los autores que se animan a escribirlo.

FOTO: Pablo Concha, escritor caleño de terror. Autor del libro Otra luz: relatos. Cortesía de: Jorge Idárraga.

La literatura de terror latinoamericana es heredera de los relatos europeos y norteamericanos en los que seres sobrenaturales, casas embrujadas y mundos fantásticos son los protagonistas. Si bien grandes autores como Bram Stoker, Mary Shelley, Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft han influenciado la forma de escribir terror en América Latina, los relatos en esta región se diferencian del resto en tanto mezclan simbolismos extranjeros con elementos propios de la cultura popular latinoamericana.


Para Mauricio Palomo, escritor y licenciado en Lingüística y Literatura, “América Latina es sinónimo de mestizaje cultural. En un continente como este, el recurso de la cultura popular se puede aprovechar en la literatura de terror”. Esto es precisamente lo que se está haciendo en Colombia, donde “el terror se está desenvolviendo cada vez más en la novela negra”, complementa Palomo.


Para él, la literatura colombiana y, en general, la latinoamericana tienen una diferencia frente al resto de los relatos de este género, pues usan la violencia para construir literatura. Esto se debe a que estos países, en especial Colombia, han vivido la violencia como eje fundamental de sus historias. “Hoy no podemos vincularnos a fenómenos fantásticos, pero sí podemos ver terror en un asesino, el cual es producto de la cotidianidad”, asegura. Por esto, a pesar de que este género tiene influencias de Estados Unidos o Europa, para este experto el terror es una forma de narrarnos y de contar quiénes somos.

FOTO: Mauricio Palomo, especialista en literatura y profesor universitario. Cortesía de: Alejandra Roldán.

De esta manera, en Colombia “la literatura de terror está refundida en otras estéticas y en otros campos. Hoy asistimos a los híbridos de los géneros. Por eso muchos autores utilizan elementos propios del terror”, afirma. (“En Colombia, escritores como Esteban Cruz, Carolina Andújar, Julián Isaza, Pablo Concha, John Better y Gabriela Arciniegas hacen parte de la generación emergente del terror. En Latinoamérica, escritoras como Mónica Ojeda, Mariana Enríquez y Samanta Schweblin han adquirido mayor relevancia e influencia en el género”, concluye.


En su concepto, Colombia no tiene un exponente o escritor clave en el género del terror: “Hay diferentes casos, pero son autores muy jóvenes. Diría que el germen del terror está emergiendo”. Palomo afirma que actualmente “el terror nacional está revelando distintas maneras de narrarnos; por ejemplo, John Better, en su libro Limbo, construye una historia en la que está presente la cultura popular y una narrativa de género. Asimismo, para entender la literatura colombiana hay que entender el fenómeno de la violencia en el país: masacres, grupos armados y violencia urbana son parte del hilo narrativo que se está escribiendo y del cual se escribirá”, explica.


Gabriela Arciniegas es una de las escritoras más reconocidas del género del terror en Colombia. La escritora bogotana, actualmente radicada en Chile, es especialista en literatura y ha publicado libros como Oscuro en el canto de la lluvia, 13 relatos infernales, Infestación y Bestias. Sin embargo, uno de sus libros más conocidos es Rojo sombra, que narra la historia de un habitante de calle inmerso en la violencia urbana y que lentamente demuestra sus instintos de asesino en serie. Rojo Sombra fue producto de una larga investigación que Gabriela desarrolló durante su tesis de pregrado. Así es como el terror, inmerso en la vida cotidiana, le sirve de insumo para sus obras. Ella comenta que siempre le gustaron los relatos de terror y que desde pequeña estaba intrigada por el horror y el miedo que le producen esas historias.

FOTO: Gabriela Arciniegas, escritora bogotana, es reconocida por ser pionera en la literatura de terror en Colombia. Cortesía de: Cristian Antillanca.

Para Arciniegas, el terror es una forma de narrar nuestra sociedad y cuenta con diversos elementos que rememoran nuestra cultura y forma de ver la vida. Por ejemplo, en Rojo sombra utilizó una trama que se desenvuelve a través de la violencia urbana, la pobreza y la desigualdad. “Aunque América Latina tenga una gran influencia de la literatura de terror europea o estadounidense, nosotros diferenciamos nuestros relatos creando escenarios donde se narra la pobreza desbordada en países como Colombia. Considero que la gente que vive en alcantarillas y grupos armados que cometen día a día los peores crímenes de sangre son recursos para escribir terror”, asegura.


Además, la escritora afirma: “Hay que ver el nivel de violencia en las ciudades. Las grandes ciudades se tragan a la gente; el ser humano se traga a sí mismo, como en una manada de leones. La ciudad es una emanación del ser humano. Ese fue uno de los recursos que utilicé en Rojo sombra”. También dice que mediante el terror se construye identidad y que por eso debemos asumir quiénes somos, pues “los colombianos somos hijos de personas que se mataban las unas a los otras y que se comían entre ellas; de gente que era aventurera, de frailes pedófilos y de gente que vino a América a matar. El eje de nuestra historia es la violencia”.


En cuanto a la producción literaria, Gabriela considera que hay muchos escritores en la sombra, pues no se atreven a publicar o no pueden hacerlo porque no tienen apoyo. “Nosotros sabemos que esto es por amor al arte, que uno no gana plata aquí”, manifiesta. También menciona que “México tiene un mercado más grande que Colombia; por lo tanto, se lee más terror en ese país, pues tienen la costumbre de leer literatura nacional. En contraste, países como Chile y Colombia tienen poco consumo porque los libros son costosos y no hay apoyo de las editoriales”.


Pablo Concha, radicado en Cali y estudiante de Lenguas Extranjeras, es uno de los escritores de esa generación emergente de nuestro país. Él puede decir que ha construido su carrera como escritor a pulso, pues ha sido ganador de múltiples becas que le han permitido publicar sus libros. Una de sus obras principales es Otra luz: relatos, una compilación de historias de terror y violencia. Pablo sostiene: “El terror en Latinoamérica todavía está un poco marginado. Los lectores no consumen mucho terror y no hay escritores que sean referentes en el género. Aún tenemos una gran influencia de autores norteamericanos, como Stephen King o Lovecraft. El género todavía está emergiendo, y para que se fortalezca necesita tiempo y mucha dedicación por parte nuestra”.

FOTO: Portada de Otra luz: relatos, escrito por Pablo Concha.

En su opinión, una de las principales características de la literatura de terror latinoamericana es la construcción de identidad, pues muchos lectores se sienten identificados con las tramas, los personajes y los símbolos que utilizan estas historias. Concha asegura que en Colombia “estamos creando historias que contienen ciencia ficción y terror, pero gracias a ello estamos contando la realidad y lo que sucede en la cotidianidad. No creo que exista una gran diferencia entre el terror latinoamericano, el europeo o el norteamericano. Las influencias de los grandes autores siempre están presentes”, concluye.


A la vez, menciona que en América Latina “el terror toma relatos de la vida cotidiana; por ejemplo, el miedo a la tecnología, que sigue estando presente en nuestras vidas y es un recurso que se utiliza”. Pero el autor considera que en Colombia el terror no se toma en serio, pues “hay un prejuicio a ese tipo de literatura; las editoriales apoyan lo que es mediático, y el campo literario toma en cuenta los reconocimientos. Es muy difícil ser escritor desde cero”, comenta.


John Better es otra de las figuras emergentes en la literatura de terror colombiana. El escritor y periodista barranquillero es autor de obras en distintos géneros, como China White, Locas de felicidad y 16 atmósferas enrarecidas. Su más reciente publicación es Limbo, que aborda el terror y que, según él, está escrita de una manera no convencional en cuanto a su fondo y forma. Explica parte de su trama así: “El terror se origina a través de las atmósferas de un pueblo llamado Crisantemo, en el cual ocurren cosas extraordinarias. Los personajes son una serie de freaks, como un hombre pájaro y un intersexual, lo cual causa un enrarecimiento de la trama. El terror en Limbo tiene elementos de la cultura popular, el arte y la cotidianidad”.


Para Better, en América Latina las mujeres están escribiendo la historia del género del terror y menciona a autoras reconocidas que han comenzado a moldear la identidad contemporánea del género en la región, como Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Liliana Blum, Mariana Enríquez y Samanta Schweblin. Dice que hay grandes referentes anteriores, como Horacio Quiroga, pero la voz más visible en América Latina en la actualidad es la de Mariana Enríquez.


“Muchos autores abordamos el terror desde diferentes facetas. Estamos en un continente que ha sido golpeado por la violencia de dictaduras. Pero hay un interés especial en el género en estos momentos”, dice. Para el escritor, “la búsqueda de lo sobrenatural y lo metafísico está en nuestra historia. Latinoamérica es un subcontinente ensangrentado y el terror puede tomar elementos de esa historia. Por ejemplo, en mi libro el terror toma su fuerza en la búsqueda que hacen las almas de la trascendencia para no quedarse en el limbo”.


Better sostiene que la mayoría de los autores en Colombia están abordando temas como la violencia, la guerra y el narcotráfico, pero que el terror se ha tratado muy poco. Según él, eso se debe a que a una buena parte del público no le gusta leer terror, a que los escritores están interesados en otros campos literarios y a que, por esto, no haya un apoyo significativo por parte de las editoriales.


A su vez, para Better “es difícil enmarcar una ruta sobre lo que se está escribiendo de terror; hay diferentes autores que están contando historias interesantes como Pablo Concha o Julián Isaza, con su libro Cámara oscura. Sin duda el género tiene futuro y se hará con los recursos que brinda el miedo a la tecnología, porque el hombre es el gran demonio. Es el creador de la bomba atómica; es culpable de genocidios y masacres. Nosotros mismos somos la herramienta de la literatura para narrar el mal”, concluye.


En contraste con lo afirmado por varios escritores, John Naranjo, el director de Rey Naranjo Editores, expresa su punto de vista sobre el terror en la literatura colombiana desde la perspectiva del mundo editorial. Sostiene que los escritores de terror deben impulsar el género y no buscar fama, pues si la obra tiene calidad, va a encontrar lectores. “Yo siento que no hay un menosprecio al terror. Afirmar eso es el camino fácil. Es más un tema de falta de mercado y de falta de evolución de los escritores”, asegura.


Aunque en Colombia el género no es tan masivo, ha nacido una nueva generación de escritores dispuestos a plasmar el miedo y la angustia en sus páginas. Tanto en Colombia como en América Latina el terror se alimenta del arte, de la violencia, de la cultura popular y de la cotidianidad. Quizás el futuro del género nos depare historias terroríficas sobre el uso excesivo de la tecnología y sus consecuencias en nuestras vidas. Aunque en el futuro se cuenten historias de varios géneros, el terror no desaparecerá como instrumento para contar una historia, un suceso o un hecho desconocido.


Y es que el miedo es una reacción química: es la búsqueda de la vida y el escape de la muerte. Pero también se convierte en un oscuro placer que podemos consumir a través de los libros, aunque no sea sencillo consignarlo en páginas que lleguen a los lectores. ¿Cómo se pueden plasmar el terror y el miedo en una hoja? ¿Qué se debe hacer? ¿Qué escribir?


Quizás John Better tenga las respuestas, cuando afirma: “El miedo es encontrar mi nombre y apellido en un libro de demonología”. Por lo pronto, los autores latinoamericanos empiezan a encontrar sus propias obsesiones, su identidad. Y el público también empieza a recibir una oferta distinta de todo aquello que orbita el miedo y lo desconocido.

 
 

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